A sus casi 93 años, el popular actor acaba de recibir la Medalla de Honor del Círculo de Escritores Cinematográficos
Carlos Arévalo
A las puertas del Palacio de la Prensa saludo a Manolo Zarzo (Madrid, 1932), uno de nuestros actores veteranos más queridos del cine, el teatro y la televisión. Llega acompañado de algunos de sus hijos y de su encantadora esposa, Pilar. Lo veo como siempre, pletórico, jovial, simpático y en forma a sus 92 años -en abril cumplirá 93-, beneficios de haber llevado una vida sana aunque se queja de algunos achaques en la espalda tras una operación reciente. Viste traje oscuro y luce un cabello níveo y un cuidado bigote y le dedica a todo el que se le acerca, un par de palabras amables con su tan característica voz rota.
Manolo derrocha humanidad y sabe que la gente lo quiere. Y se nota que le hace muy feliz acudir a recoger la Medalla de Honor del Círculo de Escritores Cinematográficos (CEC) en su 80 edición, los galardones más longevos de la industria, como reconocimiento a toda su trayectoria que comenzó concretamente hace 74 años con la película Día tras día (Antonio del Amo, 1951). Es, por cierto, el segundo premio que le otorga esta entidad pues el primero lo obtuvo en 1966 por su labor profesional durante aquel año.
Es de suponer que a Zarzo cuyo verdadero nombre es Manuel López Zarza, castizo del barrio de Ventas, le vendrán a la mente miles de recuerdos de esta Gran Vía que él ha recorrido tantas veces como madrileño y como intérprete pues ha tenido la suerte de disfrutar del esplendor de sus numerosos cines -cuando era nuestro particular Broadway- y de participar en innumerables rodajes en sus aledaños. Y es que gracias a su longevidad y a su incansable actividad, hemos podido verlo crecer en la pantalla desde su primera juventud hasta la actualidad.
No hay que olvidar el episodio heroico que, fuera de la ficción, protagonizó en 1960. El artista se dirigía a sellar un visado para viajar a un rodaje en Roma cuando, al pasar por la calle de Carretas se produjo un pavoroso incendio en el número 12, en los ya desaparecidos almacenes Sederías Carretas. Ante la desesperada situación, varias dependientas se arrojaron por la ventana. Al ver tirarse a una de ellas, Zarzo se puso debajo para tratar de cogerla y la chica se lanzó precipitándose sobre el actor. Ella salvó la vida pero como consecuencia del impacto, Manolo quedó en coma durante unas horas y sufrió una convalecencia de varios meses sin recibir nunca la visita ni el agradecimiento de la susodicha. La entonces Agrupación Sindical de Actores Cinematográficos organizó un festival en el extinto teatro Madrid a beneficio de Zarzo por su comportamiento ejemplar en aquel accidente.
Y es que Manolo Zarzo ha sido un hombre hecho a sí mismo, que no tuvo más remedio que ponerse a trabajar desde muy joven para llevar dinero a casa. Un actor puramente intuitivo que se curtió en la profesión y en la vida. Como otros compañeros suyos a los que también tuve la suerte de conocer como Conrado Sanmartín o Eduardo Fajardo, no quería que lo doblasen en las llamadas escenas peligrosas pues si había que tirarse desde un caballo o si había que pelear y rebozarse en el barro, preferían hacerlo ellos mismos.
Como el caballero que siempre ha sido, ha llevado su vida privada con la máxima elegancia y discreción. Su primer amor fue Lina Morgan, a la que conoció trabajando en la compañía artística Los chavalillos de España. Siempre presumió de ser una persona hogareña y familiar, se casó en dos ocasiones y tuvo seis hijos de los cuales dos siguieron sus pasos artísticos, David y Flavia e incluso sufrió la terrible pérdida de una niña con tan solo dos meses. En su juventud practicó el fútbol y otros deportes y siempre se involucró en las causas solidarias y en ayudar a quienes lo necesitaron. En una de las ocasiones en que el admirado actor Pepe Bódalo cayó enfermo y solicitaron desde los medios de comunicación donantes urgentes para una transfusión, Zarzo acudió el primero, donándole su sangre con absoluta abnegación.
Al recoger el citado premio honorífico, visiblemente emocionado, manifestó una enorme alegría al recibirlo: «Desde que era un crío me gustó esta profesión maravillosa. En ella he encontrado a compañeros estupendos que desgraciadamente se han ido en su mayoría. Pero soy tan joven todavía que pienso seguir trabajando porque no lo puedo remediar, es lo único que me mantiene, acabo de hacer tres cortos. Estoy rodeado de un mundo difícil pero también de un entorno maravilloso que no se paga con nada y que es mi familia, pues gracias a ellos estoy donde estoy...vivo gracias a ellos».
La Academia de Cine debería tomar nota y plantearse seriamente la concesión del Goya de Honor a Manolo Zarzo y a unos cuantos intérpretes más de avanzada edad que merecen con creces un reconocimiento público inmediato.
Una prolífica carrera como actor
A lo largo de más de siete décadas en la profesión, Manolo Zarzo ha participado en unas 250 películas a las órdenes de afamados directores nacionales e internaciones trabajando en producciones de todo tipo, desde comedias a dramas pasando por cine de destape o spaghetti western. Algunos títulos inolvidables de su filmografía son: El pescador de coplas (Antonio del Amo, 1954), El día de los enamorados (Fernando Palacios, 1959), Los golfos (Carlos Saura, 1960), Margarita se llama mi amor (Ramón Fernández, 1960), Sabían demasiado (Pedro Lazaga, 1962), Un tren para Durango (Mario Caiano, 1968), El abuelo tiene un plan (Pedro Lazaga, 1973), Los nuevos españoles (Roberto Bodegas, 1974), La colmena (Mario Camus, 1982), Entre tinieblas (Pedro Almodóvar, 1983), Los santos inocentes (Mario Camus, 1984), Tíovivo c.1950 (José Luis Garci, 2004) y un larguísimo etcétera.
En televisión también ha intervenido en numerosas series muy populares como Fortunata y Jacinta, Los desastres de la guerra, Juncal, Compañeros o El súper y sobre las tablas ha trabajado en diversos montajes teatrales como Ninette y un señor de Murcia, El diluvio que viene, 12 hombres sin piedad o A media luz...los tres. Honor y gloria a nuestros cómicos de siempre porque artistas de la categoría humana de Manolo Zarzo, lo merecen todo.