Alianza Editorial publica una nueva y completa biografía del escritor firmada por Francisco Fuster
Carlos Arévalo
Con motivo de la publicación de la más exhaustiva biografía aparecida hasta la fecha sobre el soberbio escritor alicantino José Martínez Ruiz, «Azorín» (Monóvar, 1873-Madrid, 1967) y titulada Azorín. Clásico y moderno escrita por el profesor Francisco Fuster en una impecable edición de Alianza, viene a mi mente la indiscutible influencia que el maestro ejerció sobre todos los periodistas que hemos leido y admirado profundamente su prosa cultísima y sobria.
En la cubierta de este nuevo, completo y más que recomendable estudio de Azorín, vemos una desconocida fotografía publicada en el desaparecido semanario Destino, donde el entonces joven escritor abrigado con una elegante capa, nos muestra un rostro de una actualidad sorprendente, pues físicamente podría ser el retrato de un muchacho de hoy. Y es que fue un revolucionario en sus inicios aunque por razones lógicas se aburguesara después. De hecho al pensar en Azorín recuerdo esas vetustas instantáneas del escritor ya en su senectud, alto, frío, pálido, de mirada melancólica e inexpresiva, paseando por aquel Madrid de los años cincuenta, ataviado con su largo abrigo, su bastón y su sombrero y entrando en librerías de viejo y en modestos cines de barrio.
Siempre pulcro, elegante, contenido, los que lo trataron coincidieron en calificarlo como una persona austera, seria e introvertida. Era Azorín un prestigioso autor pero un hombre tímido, que no hablaba sino que más bien, escuchaba. Para los que la existencia abarca más allá de la escritura, considerarán monótona la del autor levantino, gris, casi como la de un burócrata y es que vivió por y para las Letras -a excepción de algunos episodios que le sirvieron para mejorar notablemente su calidad de vida-, sin interesarle la bohemia ni los círculos de diversión nocturna (ni diurna).
Y como no conviene mezclar el carácter y la personalidad con la obra, en este análisis concienzudo de su producción nos encontramos a un intelectual que luchó durante su primera época profesional por una necesaria regeneración española. En la brevísima revista Juventud firmó con Pío Baroja y Ramiro de Maeztu el llamado «Manifiesto de los Tres», en el que, preocupados por la grave situación socio-política que vivía España tras el desastre colonial, pretendían una total renovación del país, poniendo los conocimientos científicos a disposición del pueblo para erradicar la miseria o el analfabetismo y poder equipararnos a países europeos avanzados. Aquel Grupo de los Tres fue la simiente de la llamada Generación del 98 donde, además de los nombres citados, destacaron otras grandes figuras del pensamiento y la cultura como Unamuno, Valle-Inclán, los hermanos Machado, etcétera, que defendieron una ruptura total con las manifestaciones artísticas y literarias inmediatamente anteriores a su tiempo.
Como escritor fue verdaderamente prolífico: novelista, autor teatral, traductor, articulista, crítico, ensayista, cronista parlamentario, conferenciante y colaborador en prensa. Publicó en incontables cabeceras como El Pueblo, El Liberal, El Progreso, El País, Blanco y Negro o ABC donde además fue fugaz corresponsal en Londres o París. La obra de Azorín está claramente marcada por la meditación sobre el tiempo y la contemplación lírica del paisaje. Adoptó dicho pseudónimo tras la publicación de su trilogía de novelas autobiográficas compuesta por La voluntad (1902), Antonio Azorín (1903) y Confesiones de un pequeño filósofo (1904), sus volúmenes más conocidos. Otros de sus libros como La ruta de don Quijote (1905), Los pueblos (1905) o Madrid (1941) son sencillamente obras deliciosas para todo aquel que quiera disfrutar y aprender de su vasta sabiduría.
Pasó su niñez en su Monóvar natal, cursó sus estudios primarios y secundarios en Yecla y vivió parte de su juventud en Valencia donde estudió Derecho para, finalmente, lograr su etapa de consagración y esplendor profesional en Madrid. Personaje escéptico y pragmático, fue elegido diputado del partido conservador de Antonio Maura en cinco ocasiones desde 1907 hasta 1919. En 1924 entró en la Real Academia Española (RAE) ocupando la silla P hasta su fallecimiento. El genial Ramón Gómez de la Serna escribió una brillante biografía sobre él cuando ya era una respetadísima figura de nuestra Literatura, titulada sencillamente Azorín (1930).
Al estallar la guerra civil, huyó del Madrid republicano instalándose en París y a su regreso a España se posicionó del lado del franquismo, por lo que muchos le tildaron de oportunista. De su vida privada pocos datos relevantes trascendieron pues probablemente no había mucho que destacar, salvo que contrajo matrimonio en 1908 con una mujer llamada Julia Guinda, que fue un cinéfilo empedernido -invento que vio nacer- y que era tío del popular actor Luis Ciges. Azorín fue el superviviente más longevo de su generación y falleció en Madrid en 1967 a los 93 años de edad.
Al callejear por los aledaños del Congreso de los Diputados, es parada obligada para todos sus discípulos, brindarle un breve homenaje hacia su memoria frente a su residencia más célebre en Madrid en la calle de Zorrilla, 21 donde una placa póstuma lo recuerda. También una estatua, obra de Agustín de la Herrán se erige desde 1967 -pocos meses después del óbito del escritor-, en unos jardincillos al pie de la Cuesta de la Vega. También en Monóvar donde nació, se encuentra la Casa-Museo Azorín, actualmente regentada por la Fundación Mediterráneo.
Esta nueva biografía sobre Azorín, académica y minuciosamente elaborada, nos permite recuperar del ostracismo el ingente legado literario de una de las más admirables plumas españolas del siglo XX.
Azorín. Clásico y moderno
Francisco Fuster
384 páginas
Alianza Editorial, 2025
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