Las históricas humillaciones del poder hacia los más desfavorecidos

La tournée de Los Santos Inocentes recaló en Getafe donde volvió a encandilar al público



Carlos Arévalo

Más de cuatro décadas después de su publicación y de su posterior éxito en la gran pantalla, la novela original de Miguel Delibes Los Santos Inocentes logra subirse a las tablas. Y lo hace gracias a una magnífica adaptación a cargo del recientemente desaparecido Fernando Marías y de Javier Hernández-Simón que, además, se ocupa de la dirección con mano maestra. Un inmejorable elenco formado por soberbios intérpretes de nuestra escena como Javier Gutiérrez, Luis Bermejo, Jacobo Dicenta, Pepa Pedroche, Yune Nogueiras, José Fernández, Fernando Huesca, Raquel Varela y Marta Gómez obra el milagro de brindar al espectador la magia del texto de Delibes. Y lo hace en una extensa y aplaudida gira por España que comenzó el pasado mes de abril y durará, al menos, hasta el verano de 2023.

Una magnífica escenografía unida a una impecable luminotecnia contribuye a desarrollar a la perfección las más crudas escenas de esta apuesta vanguardista por un clásico de nuestra literatura contemporánea que su autor, reconocido en vida con el Premio Cervantes o el Príncipe de Asturias, dedicó a su buen amigo, el malogrado naturalista Félix Rodríguez de la Fuente. Permanece en la memoria colectiva el hito que supuso el rodaje de la versión cinematográfica que plasmó con incuestionable destreza Mario Camus en 1984 logrando inolvidables galardones en Cannes y en otros reconocidos festivales pero ello no debe orientar erróneamente al espectador a comparar aquel largometraje con esta actual obra de teatro. Y es que la puesta en escena de Los Santos Inocentes configura un valiente y acertado ejercicio de dramaturgia ratificado con las emotivas ovaciones finales en cada auditorio donde se presenta. Además de mantener la trama original con absoluta fidelidad, esta versión teatral logra enfatizar muy hábilmente los momentos álgidos del conflicto.

Y es que Delibes no solamente pergeñó una obra maestra sino que desarrolló un exhaustivo análisis sociológico situado en el ámbito rural de los años sesenta. La resignación por parte de la familia que cuida el cortijo de los señores, es un triste reflejo de la España campesina y analfabeta de posguerra frente al abuso y vejación constante de sus superiores. Podríamos encontrar en pleno siglo XXI, lamentables ejemplos similares pues en nuestros días es posible que hayan cambiado las formas y los protagonistas pero no el fondo de la cuestión, ya que como aseguró en su día el citado Camus, «ahora los opresores no están en las fincas sino en los bancos y en las grandes corporaciones».



Sea como fuere, este caso de esclavitud consentida conmueve al público desde que se alza el telón, situándose el espectador indiscutiblemente del lado del más débil. Se agitan las conciencias del más insensible al escuchar frases tan recordadas como ¡Milana, bonita! que exclama con desgarrada ternura el personaje de Azarías, encarnado con total entrega por Luis Bermejo o aquella de A mandar que pa' eso estamos que repite con verdadera devoción Paco el Bajo en una memorable creación a cargo de Javier Gutiérrez. Tampoco deja indiferente a nadie la inquebrantable abnegación de Régula interpretada por Pepa Pedroche o el despotismo egoísta y tajante del Señorito Iván, papel que representa con su habitual brillantez Jacobo Dicenta y por el que precisamente acaba de recibir el premio al Mejor Actor Profesional que otorga la Asociación de Amigos del Teatro de Valladolid.

El propio autor reconoció que Los Santos Inocentes hacía referencia a aquel episodio del Antiguo Testamento en el que un grupo de hombres son castigados a la pobreza y desdicha de por vida sin haber hecho nada para ello. A uno le sigue tocando el corazón tamaña injusticia y el abuso de poder al que se sigue sometiendo a los que menos lo merecen. Disfrutar en el teatro de esta cuidada adaptación y con el citado reparto es un lujo que nadie debería desaprovechar.

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