El fatídico adiós de un San Valentín de cine

 El documental Osario Norte dignifica la figura de Jorge Rigaud


Carlos Arévalo

Fue el actor Jorge Rigaud (Buenos Aires, 1905- Leganés, 1984) un sinónimo de perfecto caballero, un apuesto galán en el cine y fuera de él con exquisitos modales de auténtico gentleman. Nació en Argentina aunque siendo un niño emigró con su familia a Francia donde aprendió a la perfección el idioma y las costumbres del país galo. Su verdadero nombre era Pedro Jorge Rigato Delissetche pero en su vida profesional figuró primero como Georges Rigaud para después adaptarlo a George y quedarse finalmente con Jorge.

Su carrera artística comenzó en Francia donde debutó en el cine a principios de los años treinta participando en títulos como Fantômas (Pál Fejös, 1932) o Catorce de julio (René Clair, 1933). En 1939 tras el estallido de la II Guerra Mundial y la consiguiente ocupación alemana, no tuvo más remedio que escapar a Argentina. Desde allí consiguió unas colaboraciones en Hollywood poniendo rumbo a «la meca del cine» donde trabajó en películas como Yo solo me basto (Byron Haskin, 1948) nada menos que junto a Burt Lancaster, Kirk Douglas y Lizabeth Scott.

De Argentina a España

Tras la experiencia norteamericana regresó a Buenos Aires en donde, a principios de los años cincuenta, lo descubrió la actriz madrileña Ana Mariscal con la que coincidió en varias películas. Supo la intérprete ver el talento y el carisma de Rigaud desde el primer instante brindándole la oportunidad de trabajar en España, adonde viajó sin dudarlo. Al poco tiempo se instaló aquí definitivamente junto a su esposa, la francesa Luisa Sanlaville.

Como ha ocurrido desde épocas lejanas con tantos artistas, nuestro país recibió con los brazos abiertos a Rigaud que paulatinamente se fue dejando querer hasta convertirse en un entrañable rostro del séptimo arte. El primer largometraje en el que participó en tierra española fue una película que precisamente dirigió su mentora titulada Con la vida hicieron fuego (Ana Mariscal, 1957). Aunque Rigaud apenas se prodigó sobre las tablas en España, en 1959 formó parte de la compañía de Alberto Closas junto a la que participó en el teatro de La Comedia de Madrid en la representación de la obra Cena de matrimonios escrita por Alfonso Paso.

El boom de San Valentín

En la larga trayectoria fílmica de Rigaud es incuestionable su conquista del público español gracias al papel de San Valentín en la película El día de los enamorados (Fernando Palacios, 1959). Este personaje celestial que rebosaba ternura y simpatía lo catapultó a la fama de tal modo que en el año 1960 se le consideraba uno de los actores más populares del país y, según él mismo aseguraba: «por la calle ya nadie me llamó nunca más por mi nombre sino por el de San Valentín, don Valentín o Valentín a secas». Al hilo de aquel gran éxito comercial, al productor Pedro Masó se le ocurrió la idea de hacer una segunda parte llamada Vuelve San Valentín (Fernando Palacios, 1962) protagonizada nuevamente por Rigaud aunque con una repercusión nada comparable a la del film original.



El galán de los sesenta

Participó en más de un centenar de películas de las que unos sesenta títulos se rodaron en nuestro país, abordando, además del cine comercial, otros géneros menos taquilleros como el de terror o el llamado spaghetti western. A pesar de todo aquel bagaje cinematográfico y de sus excelentes aptitudes interpretativas ni la crítica ni el público estarían dispuestos a desencasillarlo de su memorable San Valentín. Entre su extensa filmografía sería justo recordarlo también gracias a su entrañable presencia en largometrajes como Mi calle (Edgar Neville, 1960), Los cuervos (Julio Coll, 1961), La gran familia (Fernando Palacios, 1962), Marisol rumbo a Río (Fernando Palacios, 1963) o Pánico en el Transiberiano (Eugenio Martín, 1972) entre otras. 
Como curiosidad conviene aclarar que en la mayoría de las películas rodadas en castellano en las que intervino, su voz fue doblada probablemente  debido a que su ligero acento franco-argentino no encajaba con los personajes que encarnaba. Fueron los sesenta la época dorada de Rigaud, una década que lo convirtió, además, en uno de los primeros actores en España en prestar su imagen a marcas comerciales al protagonizar diversos spots publicitarios y anuncios como el de Tervilor, una prestigiosa firma de prendas elaboradas a partir del tergal. Sin embargo aquella popularidad apenas se difundió a través de la televisión pues únicamente interpretó papeles episódicos en un puñado de producciones como Los camioneros, Curro Jiménez o La máscara negra.

Las circunstancias de su desaparición

Viudo desde 1979, durante sus últimos años apenas recibía ofertas de trabajo. Vivía el actor solo en su domicilio del madrileño barrio de La Estrella. Las largas lecturas y los paseos kilométricos eran sus únicas distracciones pues ya no tenía edad para disfrutar de deportes como el tenis o el golf que en su juventud había practicado con destreza.

Corría el mes de enero de 1984 cuando en una de aquellas interminables caminatas por la ciudad, el anciano galán de setenta y ocho años fue atropellado por una motocicleta cuando cruzaba la Gran Vía. Tras el accidente lo trasladaron al entonces Hospital Provincial de Madrid (actualmente Gregorio Marañón) donde le diagnosticaron diversas contusiones siendo dado de alta a las pocas horas. Al día siguiente, durante uno de sus habituales paseos, Rigaud sufrió un mareo, desmayándose en las inmediaciones de su casa desde donde fue nuevamente trasladado al mismo hospital. El conserje de su inmueble tras visitar al actor, aseguró que había perdido el habla y la memoria. Permaneció unos días ingresado hasta que el equipo médico del centro decidió que el paciente se encontraba en condiciones para recibir el alta y así lo tramitaron. Sin embargo desde allí fue inexplicablemente trasladado a un geriátrico de la localidad madrileña de Leganés donde falleció a las dos horas.

Ante la acusación de abandono del paciente por parte de algún allegado de Rigaud, José Luis Martín como representante de dicho hospital, alegó que las causas de su defunción se debieron a «su avanzada edad y a que el problema era de índole social y no sanitario, ya que nadie quiere hacerse cargo de este tipo de personas».



Una película contra el olvido

La triste y desconocida desaparición del encantador artista, no pareció conmover a la profesión ni a los medios de comunicación que, incomprensiblemente y desde hacía mucho tiempo, le habían dado la espalda. El sepelio tuvo lugar en una lluviosa mañana de invierno en el Cementerio Municipal Nuestra Señora de Butarque de Leganés al que apenas asistieron siete personas entre las que únicamente se encontraban dos actores, sus incondicionales amigos Ana Mariscal y Alfredo MayoY por si el bueno de Jorge Rigaud no había tenido un final suficientemente patético, años después, cuando venció el período habitual del enterramiento, sin familiares que se encargaran de nada, sus restos fueron depositados en la sordidez de la fosa común de dicho camposanto. Allí, en el osario norte, se desvanece el recuerdo del mejor representante de San Valentín que ha dado el cine. 

Tras varias décadas de ingrato ostracismo, por fin se intenta hacer justicia a través de una película que se abre paso entre las garras del olvido para devolverle a Rigaud aunque sea metafóricamente, la dignidad y el recuerdo que merece. Bajo la dirección del cineasta gaditano José Manuel Serrano Cueto y la producción de Jorge Rivera se ultiman entre Leganés y Madrid, los detalles del rodaje de Osario Norte. Los últimos días de San Valentín. El documental cuenta con la participación de intérpretes de la talla de Pedro Casablanc así como de destacados conocedores de la figura del malogrado actor. Los defensores del cine clásico y el buen gusto estamos seguros de que, con su eterna elegancia y educación, Jorge Rigaud agradecerá con su mirada limpia y su impecable sonrisa, el generoso gesto de restablecer lo que le corresponde, principalmente el cariño y la complicidad del público.

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