La adaptación teatral de Los chicos del coro arrasa en La Latina
Carlos Arévalo
Casi dos décadas después del impacto popular de la película francesa Los chicos del coro (Christophe Barratier, 2004) que a su vez estaba inspirada en el film La jaula de los ruiseñores (Jean Dréville, 1945), llega al teatro una extraordinaria adaptación de este drama musical. Se trata de una impecable versión de Pedro Víllora, dirigida de manera magistral por Juan Luis Iborra con un elenco y una escenografía sencillamente inmejorables.
Esta espectacular producción teatral de Los chicos del coro fiel al argumento original cuenta con veintidós artistas en cada función a los que se suma un elegante cuarteto musical que interpreta en directo la bellísima e inmortal banda sonora de Bruno Coulais. Protagonizan este montaje que emana sensibilidad, dulzura y humanidad, los siempre acertados hermanos Castejón, Jesús en el papel de Clement Mathieu y Rafa como el director Rachin. A su excelente capacidad interpretativa hay que sumar sus maravillosas voces de tenor y barítono, entrenadas y pulidas a lo largo de sendas carreras plagadas de éxitos en este hermoso oficio que heredaron de sus inolvidables maestros, sus padres, don Rafael Castejón y doña Pepa Rosado.
Junto a ellos brilla la exquisita categoría escénica y también prodigiosa voz de Natalia Millán que recrea con su fina naturalidad el papel de Violette Morhange, -el dueto que realiza junto a Jesús Castejón es verdaderamente conmovedor-; completan este impresionante reparto adulto el incuestionable talento actoral y musical de Eva Diago, Antonio M M, Iván Clemente y Enrique R. del Portal. Y no podemos olvidarnos de los más entrañables protagonistas de la historia, los niños. Son casi setenta, contando los sustitutos de cada personaje, las voces y presencias angelicales que participan en total en las representaciones de Los chicos del coro que tienen lugar de miércoles a domingo, -dos funciones diarias cada fin de semana- en el madrileño teatro de La Latina.
Utilizando la música como herramienta de formación y, en definitiva, como tabla de salvación, Los chicos del coro sitúa su acción en un sórdido internado a finales de los años cuarenta, todavía con el amargo recuerdo de la Segunda Guerra Mundial. Allí llega Mathieu como profesor sustituto para lidiar con el férreo régimen del director Rachin, un despiadado personaje que se opone a la utilización de la música como método pedagógico. La creación de un coro como forma de unión entre los alumnos propuesto por Mathieu, fomenta la buena educación y el respeto a los demás y, por tanto, un próspero provenir donde la feliz convivencia entre la gente puede convertirse en algo más que en una utopía.
Esta versión teatral del laureado largometraje francés está dotada del ritmo perfecto para que, durante dos horas, el espectador se entretenga, se emocione y se divierta asistiendo a un espectáculo cuya definición no puede ser otra que sublime.
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