El espíritu de Luis Mariano revive en La Zarzuela

El tenor Ismael Jordi le rindió anoche un afectuoso homenaje musical



Carlos Arévalo

La portentosa voz del andaluz Ismael Jordi acompañada por el virtuosismo mágico del pianista vasco Rubén Fernández Aguirre emocionaron al público que abarrotó anoche el teatro de La Zarzuela al rescatar la memoria del insigne cantante Luis Mariano. Y el éxito de tal iniciativa reafirma indiscutiblemente la vigencia de su legado artístico, a pesar de que haya transcurrido más de medio siglo desde que el apodado «príncipe de la opereta» nos dejó en un hospital de París a punto de cumplir tan solo cincuenta y seis años.

A lo largo del recital a modo de tributo, el tenor internacional que en enero actuará en el Metropolitan Opera House de Nueva York, en un generoso derroche de talento y elegancia, interpretó junto a la prodigiosa sensibilidad y delicadeza de Rubén Fernández, diecisiete canciones del repertorio del inolvidable artista guipuzcoano, la mayoría en francés, debido a la estrecha vinculación de Luis Mariano con el país vecino, donde residió la mayor parte de su vida y donde está enterrado. A pesar de ser considerado como un artista propio en Francia, él siempre presumió de ser español y rechazó la nacionalidad gala que el propio general De Gaulle le llegó a ofrecer.

Así, sonaron anoche en Madrid temas tan evocadores como C' est magnifique que repitió en los bises, Violetas imperiales su éxito más comercial, Acapulco, Adiós, Granada, La bella de Cádiz, Amapola que aunque estaba fuera de programa terminó de conquistar al auditorio o Es hermoso morir, la romanza perteneciente a la zarzuela La canción del amor mío que el propio Luis Mariano interpretó sobre ese mismo escenario hace ya casi 65 años, en enero de 1958.

El malogrado ídolo de la canción melódica se llamaba en realidad Mariano Eusebio González García (Irún, 1914- París, 1970) y fue una de las voces más reconocidas en España y Francia entre los años cuarenta y sesenta del pasado siglo -en México también fue muy aclamado- además de protagonizar una veintena de películas. En tres de ellas El sueño de AndalucíaVioletas imperialesLa Bella de Cádiz compartió protagonismo junto a la bellísima Carmen Sevilla, a quien llegó a pedir matrimonio. Ella, consciente de sus inclinaciones sexuales, rechazó aquella propuesta aunque continuó siendo su gran amiga hasta su fallecimiento en 1970.



Junto a su familia se había refugiado en Francia en la guerra civil española y allí, en Burdeos, comenzaron a desarrollarse sus inquietudes artísticas, cursando primero algunos estudios en la facultad de Bellas Artes y matriculándose, después, en el Conservatorio de Música donde se formó como tenor. Comenzó a cantar en los primeros años cuarenta formando parte de distintas agrupaciones corales como el coro Eresoinka donde coincidió con Pepita Embil, madre del célebre Plácido Domingo

Su brillante carrera artística se inició profesionalmente en 1943 en la ópera bufa Don Pasquale de Donizetti en el parisino Palais de Chaillot. A partir de aquel momento estrenaría aplaudidas operetas en el teatro Châtelet de París que luego representaría en la gran pantalla como El cantor de México, El Príncipe de Madrid o La Carabela de Oro. Grabó más de un millar de canciones, tanto de sus espectáculos teatrales y películas como adaptaciones de números standards, de zarzuelas, de folclore hispanoamericano y de grandes musicales. Fue el legendario artista un hombre culto que, además de lograr una triunfal trayectoria teatral, discográfica y cinematográfica, también dedicó parte de su tiempo y de su talento a la pintura y a escribir cinco novelas. 

Aunque España nunca le rindió en vida el reconocimiento que merecía fue condecorado con la Gran Cruz de Isabel la Católica. En Irún, su ciudad natal cuenta con una estatua erigida a título póstumo en la plaza que lleva su nombre y en Arcangues, la localidad vasco-francesa donde descansan sus restos, siempre hay flores en su tumba a la que acuden anualmente miles de seguidores que continúan admirándolo. El sentido homenaje de Ismael Jordi anoche en La Zarzuela representa un ejemplo de verdadera devoción y respeto por parte de la profesión hacia un antecesor al que deberíamos seguir recordando siempre, en los escenarios pero también en las escuelas.



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