Pepe Viyuela o el arte de hacernos felices

 El genial cómico riojano recupera a su legendario personaje en el espectáculo Encerrona

Carlos Arévalo

Se nota si un artista es querido en cuanto pisa las tablas. Y Pepe Viyuela (Logroño, 1963) lo es allá por donde aparece. Actualmente recorre España con una aclamada versión de Tartufo y, de cuando en cuando, resurge en el madrileño Teatro del Barrio -antigua Sala Triángulo- con el espectáculo Encerrona, un show único en el que recupera a su entrañable y torpe personaje con el que debutó en ese mismo escenario tres décadas atrás.

A través de un tierno payaso sin nombre, Viyuela encarna la fragilidad atascada en una sociedad sin oportunidades para el débil. A lo largo de casi dos horas, el público ríe a mandíbula batiente ante este original ejercicio de humanización basado en una inteligentísima dosis de humor que refleja a un perdedor en su lucha cotidiana por la supervivencia. El dilema se plantea entre navegar por las olas de la improvisación o precipitarse ante el abismo de un futuro que pinta bastante oscuro...más bien negro. No hay otra elección que seguir adelante y así sucede. Una guitarra, una silla plegable, una escalera, una maleta y una chaqueta son los únicos objetos, aparentemente inofensivos, que atrapan e incluso le hacen la vida imposible a este impecable clown al que alguien invisible impide abandonar la escena. No se puede interpretar de modo más sobresaliente esta metáfora vital de sentirse bloqueado, arrinconado e incluso atemorizado por los elementos que nos rodean. 

Disfrutar de la sola presencia de Pepe Viyuela significa respirar auténtico teatro, delicioso surrealismo e imperecedera vanguardia. A través de su creación circense nos enseña a relativizar los conflictos personales, a restarle importancia a las situaciones que no la merecen y, en definitiva, a reírnos de nosotros mismos. Cada vez que Pepe pisa un escenario, nos devuelve un soplo de cariño y nos regala un baúl de emociones que rebosa generosidad, carcajadas y optimismo. Y es que su arte de cómico puro es, sin lugar a dudas, el porqué de la sincera adoración por parte de los miles de espectadores que, en pie, aplaudimos incesantemente su talento cada vez que lo tenemos delante. Después de tanto, es lo mínimo que podemos hacer por él.

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