Javier Elorrieta y sus clases de amor en francés

Elorrieta y su cuarteto de jazz, en un momento de la actuación que ofrecieron ayer en la sala Jungle Jazz Club de Madrid.

Texto y fotos: Carlos Arévalo

Es una hermosa experiencia ver sobre un escenario a Javier Elorrieta (Madrid, 1950). Se nota que hace una de las cosas que más le gustan en la vida junto con el cine, cantar. Y lo hace con suma elegancia y sentimiento, como un crooner recién llegado del Olympia de París. Ladea la cabeza, cierra los ojos y guarda su mano derecha en el bolsillo, tímida, como si, a modo de sorpresa, reservara en ella el ramillete imperecedero de clásicos que va a interpretar.

Ofrece en directo su propia revisión de la alta chanson française (ya va por el quinto disco) acompañado por un soberbio cuarteto de jazz: piano, contrabajo, saxo y percusión. Tiene Elorrieta esa voz rota en su justa medida, como marcada por noches imborrables y curada por licores viejos. Es idónea para su estilo rive gauche con el que versiona las canciones del alma, la nostalgia y la juventud perdida. 
Javier es un alumno agradecido de las figuras legendarias de la música melódica porque va desde Aznavour a Brel, desde Moustaki a Brassens y a todos los ídolos de aquella generación estelar que le dio clases maestras de amor y de bohemia, y no solamente a él sino a millones de personas que se quedaron boquiabiertas con sus cantos de libertad. Rinde así pleitesía a una época y a una filosofía de vivir y de interpretar, inyectando en el espíritu de los que lo escuchamos, la dosis necesaria de romanticismo para sobrevivir a los envites de la chabacanería a la que nos somete a diario esta sociedad yerma y desenamorada. 

Caen sobre el público las notas de Hier encoreNe me quitte pasQue reste -t-il de nos amoursLe métèque... y lo hacen como delicadas pero perfectas gotas de lluvia sobre el cristal empañado del recuerdo. Así ocurrió anoche en el recital que dio junto a su banda en The Jungle Jazz Club (C/ Jorge Juan, 20), una exclusiva y acogedora cave moderna aunque con toda la esencia de los sitios de jazz de antaño: lamparitas a media luz, íntimos veladores sobre lujosa moqueta y espejos atentos pero discretos.
Javier Elorrieta demuestra con creces conocer al dedillo los complejos vericuetos de la profesión, transitando del rock progresivo o el blues de su adolescencia a esta canción francesa de su madurez. Y por supuesto no renuncia al cine que le viene de herencia y al que también ha legado una docena de películas maravillosas y originalísimas a las que esperemos, dentro de poco tiempo, se sume alguna más.

Videoclip de Javier Elorrieta interpretando Ne me quitte pas:

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