El recuerdo del gran divulgador de la bohemia

Se cumplen 140 años del nacimiento del poeta y escritor Emilio Carrere



Carlos Arévalo

Tal día como hoy de 1881 nacía en Madrid uno de sus más ilustres personajes, el poeta y Cronista de la Villa, don Emilio Carrere Moreno. Su silueta atravesando la profundidad de la noche por el dédalo de callejuelas del viejo Madrid inmortalizó la leyenda bohemia del escritor, asiduo a las tertulias de cafés como el Varela. Su particular indumentaria en la que nunca faltaba la pipa, la capa y el chambergo potenciaron todavía más aquella imagen nocterniega vinculada también a lo castizo, enigmático y decimonónico.

Probablemente Carrere inventó un personaje para epatar a la crítica en sus habituales caminatas por la ciudad y en su constante presencia en los añejos cafés pero el público se lo creyó y, aunque en la intimidad no lo fuera, ya nunca pudo desprenderse de la etiqueta de bohemio que otros literatos tanto anteriores como coetáneos como Alejandro Sawa, Pedro Luis de Gálvez o Antonio de Hoyos y Vinent llevaron hasta el extremo.

Y es que a la hora de escribir, siempre le inspiraron los seres socialmente más desfavorecidos pero su empleo en el Tribunal de Cuentas así como la recepción de una cuantiosa herencia paterna que supo dilapidar en su juventud, pusieron en duda entre algunos compañeros que confundían bohemia con golfemia, la autenticidad de aquel vagabundaje con el que parecía solidarizarse en sus textos.

Sea como fuere, Carrere que también fue actor aficionado en su adolescencia, representó a la perfección aquel papel y escribió las más brillantes crónicas costumbristas de su tiempo y los poemas más evocadores, cantándole a un Madrid en serio peligro de extinción ya cuando él lo transitaba. Su quebradiza salud terminó de resistir el último día de abril de 1947 en su domicilio de la histórica Casa de las Flores donde también residieron otras personalidades destacadas de su tiempo como Pablo Neruda o Severo Ochoa.

La recuperación de su figura

Como ha ocurrido con tantos artistas del pasado, su figura yace injustamente olvidada en los arcenes del recuerdo pero gracias a la encomiable labor de admiradores de su talento literario y de su leyenda, se está tratando de rescatar su ingente legado. 

El necesario impulso para mantener vivo el espíritu del escritor madrileño surge principalmente de la Asociación Cultural Emilio Carrere dirigida por sus herederos, que anualmente organiza el certamen literario que lleva su nombre. A esta iniciativa hay que sumar nuevos lanzamientos literarios que amplían su bibliografía y contribuyen enormemente a difundir su huella. Algunos ejemplos los encabeza la publicación de varias biografías sobre su singular personalidad como Emilio Carrere ¿Un bohemio? (Jaime Álvarez, Renacimiento, 2007) o Emilio Carrere: El bohemio de Madrid (Alejandro Riera, La Librería, 2011) así como la reciente reedición de algunas de sus obras como Ruta Emocional de Madrid (La Felguera, 2020) o Heno de Pravia (Arroyo de la Manía, 2021).

De su inagotable producción literaria es indudablemente La torre de los siete jorobados su novela más recordada, en buena parte gracias a la magistral adaptación cinematográfica que llevó a cabo Edgar Neville en 1944 con título homónimo. Como poeta del llamado Decadentismo Modernista, entre sus miles de creaciones es La musa del arroyo su composición más emblemática que a partir de su publicación en 1911, todo Madrid recitaba de memoria, desde las lavanderas a las marquesas. Empezaba así:

«Cruzábamos tristemente/ las calles llenas de luna/ y el hambre bailaba una/ zarabanda en nuestra mente./ Al verla triste y dolida,/ yo la besaba en la boca./ ¿Por qué aborreces la vida, risa loca?/ No llores, rosa carnal,/ que yo robare el tesoro/ de la tiara papal/ para tus cabellos de oro./ Y un espíritu burlón/ que entre las sombras había,/ al escuchar mi canción/ se reía, se reía».

Casi un siglo y medio después de su nacimiento, cuentan que en las noches de luna, algún paseante nostálgico de aquel viejo Madrid ha vislumbrado la silueta de don Emilio vagando por alguna de sus plazuelas solitarias. Misterios aparte, la impronta literaria de Carrere continúa vigente gracias a los citados esfuerzos por divulgar su obra y a una creciente curiosidad por conocer en profundidad su intrincada pero atractiva biografía.

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