La herencia gráfica de una mirada sensible

Alfonso. Cuidado con la memoria constituye un viaje por la primera mitad del siglo XX en España



Carlos Arévalo

Las fotografías de Alfonso deberían ser para los españoles, especialmente para los madrileños, asignatura histórica imprescindible así como las tertulias de Ramón Gómez de la Serna, las crónicas de Emilio Carrere, los cuadros de Gutiérrez Solana o los combinados de Perico Chicote. Y es que aquella España y aquel Madrid existe en la hemeroteca y en el recuerdo colectivo en buena parte gracias a fotógrafos como él y a sus aplicados discípulos. Nunca saldaremos la deuda cultural y emocional que nos legó con su archivo gráfico de óptima calidad -es realmente sorprendente contemplar sus fotografías un siglo después con semejante nitidez- pero como una admirable muestra de gratitud, desde el Canal de Isabel II se ha organizado la exposición Alfonso. Cuidado con la memoria comisariada por Chema Conesa que pone al alcance de todos los ciudadanos la impecable trayectoria de esta célebre firma fotográfica.

Se trata de una extraordinaria retrospectiva sobre momentos históricos, personajes influyentes y gentes anónimas de la primera mitad del siglo XX en España. Dicha muestra abarca un centenar de magistrales trabajos de la casa fotográfica Alfonso creada por Alfonso Sánchez García (Ciudad Real, 1880- Madrid, 1953) en 1905 en Madrid en su propia vivienda, concretamente en una buhardilla sita en la calle de Carretas, 27. Una década más tarde fundaría la Agencia de Información Gráfica de Prensa trabajando con los rotativos más importantes de la época.

Después continuarían dicha labor con enorme éxito y aprovechando la evolución de la técnica, sus hijos, de los cuales Alfonso Sánchez Portela (Madrid, 1902- Madrid, 1990), el mayor, se convertiría también en un afamado profesional, digno sucesor del maestro y primer fotógrafo admitido como miembro de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. De él dijeron: «Fue el hombre que dio vida a los diarios iniciando el reportaje gráfico. En los barrios madrileños se le conoce más que a Romanones. Los toreros, los escritores, los músicos, los cómicos, los banqueros, todos han posado ante su objetivo en la calle de Fuencarral. En cuanto ocurre un crimen o se hace un vuelo trasatlántico, el público acude a los escaparates de Alfonso para apreciar de cerca la cara del asesino, las heridas de las víctimas o los héroes de la aviación. Y Alfonsito es el hijo de Alfonso».                                                        



Estuvo el estudio fotográfico de Alfonso en distintos emplazamientos madrileños a lo largo de su historia como la calle de Fuencarral pero sería el Estudio-Museo de Gran Vía, 20 el más recordado. Fueron testigos visuales tanto de la vida cotidiana como de los sucesos vinculados con España más destacados de su tiempo. Desde la guerra de África -donde lograron retratar al rebelde rifeño Abd-El-Krim- a nuestra contienda fratricida pasando por todo tipo de acontecimientos reales, políticos, militares o sociales, además del Madrid castizo que padre e hijo supieron captar como nadie.

Debido a la colaboración con la prensa republicana, al terminar la guerra civil la actividad de la empresa comenzó a estancarse, teniendo que centrar su trabajo en los retratos de estudio para poder salir adelante. De ahí el título de la exposición Cuidado con la memoria que el diario Alcázar publicó en un artículo a modo de advertencia hacia esta ilustre casa fotográfica. De este modo, la firma inmortalizó a las grandes personalidades del momento, desde políticos a artistas pero también a parejas de recién casados o a niños vestidos de Primera Comunión, todos posaron frente a sus objetivos.

El propio Alfonso tuvo la habilidad de definir a la perfección el espíritu de su obra: «La fotografía es la memoria gráfica de mis recuerdos y el medio expresivo de mi sensibilidad. Imágenes vivas que dejan en el tiempo la grandeza de la inmovilidad». Son innumerables las instantáneas que desde hace más de cien años hemos visto tantas veces publicadas y, sin que reparemos en ello, muchas deben su autoría a las cámaras de Alfonso. Observándolas con detenimiento sabremos un poco mejor quiénes éramos y quizá eso nos ayude a descubrir quiénes somos.





La exposición fotográfica Alfonso. Cuidado con la memoria se puede visitar hasta el 23 de enero en la sala Canal de Isabel II de Madrid (C/ Santa Engracia, 125). Entrada gratuita.

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