Al rescate de Tono, ingenio y vanguardia del humor patrio

Fue uno de los más destacados miembros de la «otra generación del 27»

El inolvidable Tono conversando en el madrileño Café Gijón donde fue cliente asiduo.
Carlos Arévalo
Humorista, dibujante, dramaturgo, novelista, guionista, inventor de objetos surrealistas...detrás de estos oficios y alguno más, se encontraba «Tono», alias artístico de Antonio de Lara Gavilán (Jaén, 1896-Madrid, 1978), autor de una producción inabarcable. Hoy, una biografía recupera su figura demostrando que, aunque sea un gran desconocido para las nuevas generaciones, su humor sigue muy vigente. Tres expertos en la materia, Gema Fernández-Hoya, Santiago Aguilar y Felipe Cabrerizo firman «Tono. Un humorista de la vanguardia» (Renacimiento, 2019). 

Fue Tono un pájaro libre que surcó el paisaje humorístico español, picoteando de las vanguardias internacionales que más le interesaron y confeccionando así un estilo propio y rompedor. Disfrutó del París bohemio de los años veinte empapándose de las más modernas tendencias y firmando excelentes carteles e ilustraciones en revistas de moda pero donde logró mayor popularidad fue gracias a sus viñetas humorísticas en publicaciones satíricas como «Buen Humor», «Gutiérrez», «La Ametralladora» o la celebérrima «La Codorniz»
Una de sus geniales viñetas más recordadas.
Inspirado por el humor absurdo, supo jugar con el lenguaje como nadie. Sus chistes gráficos eran de una genialidad pasmosa para la época revolucionando la forma de hacer entretenimiento en prensa, primero, y en teatro y cine, después. Inolvidables son cientos de viñetas de su autoría como aquella en la que se ve a una elegante dama acompañada de su perrito que se encuentra a un caballero y le dice: «¡Caramba, don Jerónimo, está usted muy cambiado!» Y él le responde: «¡Es que no soy don Jerónimo, señora!» Y ella contesta: «Pues más a mi favor».
Esa forma de entender la vida no la plasmaba únicamente en sus trabajos sino que se mostraba así en su día a día. En alguna ocasión que lo reconocían por la calle y le preguntaban: «Disculpe, ¿es usted Tono?»  Respondía: «Yo no, ¿y usted?». Su corpulencia y bigotito a la moda falangista provocaron que, en más de una ocasión, lo confundieran con José Antonio Girón de Velasco, que llegó a ser ministro con Franco. Y él haciendo gala de su sentido del humor ocurrente, rápido y astuto, les seguía la corriente a los fervientes camaradas sin desmentir el equívoco en ningún momento.
Tono y Mihura, tándem humorístico perfecto.
Tono junto a Miguel Mihura, Jardiel Poncela, Edgar Neville o José López Rubio formará parte de la conocida como «otra generación del 27», una selecta nómina de locos geniales que, lejos de academicismos y al amparo del venerado maestro del humor inteligente y las vanguardias, don Ramón Gómez de la Serna, se rieron de todo y de todos, principalmente de ellos mismos. En la década de los treinta, con la llegada del cine sonoro, Tono exprimió junto a varios de aquellos compañeros los años del Hollywood dorado, conociendo de la mano del tan bien relacionado Neville a las estrellas del momento como Charles Chaplin, «El gordo y el flaco», Buster Keaton... En la meca del cine trabajaron en algunas de las primeras versiones en español de títulos americanos pues al no existir aún el doblaje de las películas, se rodaban dos veces, en inglés primero y en nuestro idioma después. De regreso a España, vivirán la cruenta guerra civil y la consiguiente posguerra en la que, desde el verano de 1941, pondrán sus plumas y su talento al servicio de la sociedad para distraer a los españoles de aquellos duros años con la revista «La Codorniz». Fue entonces un habitual de las animadas tertulias de humoristas que se celebraban en el Café Gijón o en Chicote, templos donde se reunía «la crema de la intelectualidad» como decía el chotis del mexicano Agustín Lara.
En su casa de la calle de Magallanes.
Sólo o en colaboración con otros dejó centenares de ocurrentes títulos para teatro, cine o novela como «Guillermo Hotel», «¡Qué bollo es vivir!», «Adiós, cigüeña, adiós» o «Automentirobiografía». Precisamente junto a su buen amigo Miguel Mihura formó uno de los tándem más prolíficos de su tiempo firmando viñetas, obras de teatro, guiones cinematográficos...En alguna ocasión sufrieron la censura pero también supieron esquivarla con avispadas estrategias. «Ni pobre ni rico sino todo lo contrario» fue una de sus comedias teatrales más conocidas por el público.
Tono vivió hasta 1978 colaborando incansablemente en publicaciones y proyectos varios e impregnando en todos ellos su particular e irresistible humor. Aquella generación alumbró a otros que seguirían su estela disparatada y brillante como Miguel Gila, Antonio Mingote, Tip y Coll, Antonio Ozores, Chumy Chúmez, Manuel Summers, Luis García Berlanga o Rafael Azcona que a su vez influirían en humoristas que han llegado hasta nuestros días, asegurando así la permanencia de una escuela que continúa viva en todas aquellas obras amparadas por el absurdo y el surrealismo.
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