La leyenda del Titanic, una espectacular exposición inmersiva sobre la colisión del trasatlántico
Carlos Arévalo
El hundimiento del Titanic en 1912 fue una de las catástrofes más impactantes del siglo XX. Ahora, gracias a la aplicación de sofisticadas tecnologías como la realidad virtual, el metaverso y la animación 3D, podemos ser testigos de aquel colosal naufragio en La leyenda del Titanic, una cuidada recreación que nos ofrece Madrid Artes Digitales en el Matadero tras obtener un multitudinario éxito de público con exposiciones inmersivas anteriores como Tutankamon y Los últimos días de Pompeya.
En esta nueva experiencia, el visitante puede viajar a bordo del célebre Titanic, recorriendo desde sus camarotes a sus lujosos salones y desde su impresionante cubierta a sus extensas salas de calderas, además de ser partícipe del fatídico episodio que costó la vida a 1.517 personas de los 2.223 pasajeros y tripulantes registrados cuando realizaba su travesía inaugural desde Southampton a Nueva York.
La muestra cuenta con distintas salas temáticas y 1.200 metros cuadrados de proyecciones en 360 grados. De la mano de dos personajes animados y creados para la ocasión, una niña llamada Elizabeth y su padre, que viajan en tercera clase rumbo a Nueva York para reencontrarse con su madre, conoceremos el interior y exterior del buque desde su fabricación, durante parte de la ruta y hasta la fatal colisión.
En otras estancias y utilizando gafas de realidad virtual podremos sentirnos como un pasajero más e incluso sumergirnos hasta las profundidades del Atlántico, donde yacen los restos del naufragio y donde precisamente en 2023, fallecieron los cinco ocupantes del batiscafo que descendía con el mismo objetivo y, debido a la presión del agua, se desintegraron en la implosión. Asímismo el visitante podrá ver algunos objetos originales que pertenecieron a pasajeros del trasatlántico como fotografías, un pañuelo o un trozo de carbón extraído de las máquinas del barco.
La leyenda del Titanic cuenta con una banda sonoral original del holandés René Merkelbach, una magistral composición que aúna la solemnidad y la angustia que requiere este capítulo de la Historia. Precisamente una de las partes más emotivas de dicha exhibición, es la dedicada al homenaje a los músicos del barco y a la que pudo ser la última canción que sonó en mitad de la tragedia, un bellísimo viaje audiovisual cuya música ha sido creada por el citado autor a partir de los datos que se manejan.
El periplo del barco más famoso del mundo comenzó cuando, para ganar a sus competidores en tamaño, lujo y velocidad, la naviera británica White Star Line construyó tres buques de pasajeros idénticos, primero el Olympic, después el Titanic y más tarde el Gigantic- rebautizado como Brittanic-. Concretamente el Titanic costó 7,5 millones de dólares (unos 200 millones actuales) y tenía una eslora de 882 pies o 269 metros.
Las diferencias entre las clases sociales en 1912 eran verdaderamente extremas y el caso del Titanic es un ejemplo que lo ilustra con precisión. El trasatlántico contaba con tres clases que clasificaban forzosamente a los pasajeros según sus estatus y poder adquisitivo. Para los ocupantes de primera clase, cuyo billete más barato tenía un coste equivalente a los 12.ooo euros de hoy, había catorce grandes estancias entre piscina, gimnasio, baños turcos, pista de squash, salones para fumadores, restaurantes y dos suites de lujo.
En segunda y tercera clase viajaban los pasajeros más pobres, principalmente emigrantes que se alojaban en modestos camarotes para cuatro, seis e incluso ocho literas, contaban en su interior tan solo con un sencillo lavabo para asearse y comían en comedores comunes. El precio más económico de un billete en tercera, oscilaba entre los 300 y los 700 euros actuales. Para un padre de familia, adquirir los pasajes correspondientes equivalía al salario de, al menos, un año de trabajo.
Fue en la madrugada del 14 al 15 de abril de 1912. Desde el avistamiento de un inmenso iceberg hasta la colisión contra él, tan solo transcurrió un minuto y siete segundos. Aunque navegaba a 22,5 nudos (algo más de 40 kms/hora), a partir de entonces, se desencadenó la terrible situación que terminó con el Titanic partido en dos y sumergiéndose irremediablemente en las gélidas y oscuras aguas del océano Atlántico. Sus restos fueron descubiertos en 1985 por el oceanógrafo Robert Ballard a 3.800 metros de profundidad en aguas internacionales. Actualmente están siendo devorados por unas bacterias que en dos décadas los desintegrarán por completo aunque se ha comprobado que los submarinos que bajan a visitar el pecio, causan un mayor daño todavía a su ya de por sí deteriorada conservación.
Al parecer algunos de los interiores del Titanic se encuentran en mejor estado que el exterior y todavía se conservan algunas camas, relojes y detalles decorativos. Entre los objetos más valiosos no recuperados, existe, atrapado en algún rincón del barco, un libro encuadernado en cuero con más de mil piedras preciosas. Se trata de un ejemplar de Rubaiyat del poeta persa Omar Khayyam que se trasladaba con el fin de llegar hasta su nuevo propietario, un librero de Nueva York que lo adquirió en una subasta en Londres.
De todos es conocida la historia del Titanic, gracias a otras exposiciones, libros, documentales y principalmente a la película homónima dirigida por James Cameron en 1997 pero más de un siglo después de aquella catástrofe, nunca lo habíamos podido casi palpar como en esta ocasión. La leyenda del Titanic refleja con un pasmoso realismo la impresionante magnitud de aquel prodigio de la ingeniería naval y nos ofrece la aterradora y agónica visión de su final. Un acontecimiento que aunque incluso hoy nos pueda parecer ciencia ficción, fue dramáticamente real y además tenemos la oportunidad de adentrarnos en él.
La
exposición inmersiva La leyenda del Titanic puede verse hasta
el 31 de octubre de 2024 en la Nave 16 del Matadero de Madrid
(Plaza de Legazpi, 8). Más información y venta de entradas en: