Consuegra y Almagro, dos destinos imprescindibles para visitar en La Mancha
Carlos Arévalo
El curioso viajero parte de Madrid rumbo a La Mancha con la intención de realizar únicamente dos paradas, una para conocer el vetusto castillo de Consuegra y la docena de molinos de viento que lo flanquean y, la otra, para visitar la localidad de Almagro y su célebre Corral de Comedias, uno de los teatros más antiguos de España.
Madrid amanece frío y nublado. Nos encontramos a las puertas del invierno y se esperan precipitaciones durante las próximas jornadas en la capital. La previsión meteorológica no parece ser muy diferente en Castilla-La Mancha, otrora Castilla la Nueva, concretamente en los dos puntos de la provincia de Toledo y Ciudad Real, a donde se dirige el viajero. A bordo de su vehículo, toma la carretera de Andalucía e inicia su periplo dejando atrás rápidamente las afueras de la gran ciudad. Aunque no es más tarde de las once de la mañana, la circulación se presenta algo lenta entre los numerosos camiones que invaden la ruta hacia el sur, la siempre molesta niebla y los primeros chubascos que comienza a descargar un cielo abultado y gris como la panza de un burro.
A pesar de la lluvia, las obligadas limitaciones de velocidad o el lamentable estado del firme, el trayecto dura algo más de una hora que transcurre muy amena gracias a la música que acompaña al viajero, pegadizos clásicos del pop británico y estadounidense interpretados por bandas muy aplaudidas en su momento como The Hollies, The Dave Clark Five o The McCoys entre otros. Al abandonar la provincia de Madrid y algunas localidades importantes como Getafe, Pinto, Valdemoro, Ciempozuelos o Aranjuez, se entra en la de Toledo, donde van pasando carteles indicadores de otros pueblos conocidos como Ocaña, Tembleque o Camuñas. Así, va cesando la lluvia aunque soplando un fuerte viento que, a modo de tregua, deja un cielo algo más despejado.
El reloj marca casi las doce y media del mediodía cuando por fin se divisa el pintoresco cerro Calderico de Consuegra, donde los molinos y el castillo dibujan una de las estampas quijotescas más interesantes de la zona. Tras atravesar la carretera principal hay que girar a la izquierda y ascender durante unos minutos hasta alcanzar la cima y llegar a la primera parada de esta entretenida ruta.
El inexpugnable bastión de Consuegra conocido como el castillo de la Muela fue erigido hace más de ochocientos años sobre una fortaleza musulmana del siglo X y perteneció a la Orden de San Juan de Jerusalén, fundada en Tierra Santa durante las cruzadas por los caballeros Hospitalarios. Su misión, entonces al igual que hoy, era la de dar asistencia y primeros auxilios en la comunidad. Tras sufrir a lo largo del tiempo pavorosos incendios, violentos asedios -las tropas napoleónicas lo destruyeron casi por completo- y finalmente un paulatino abandono, a partir de la década de 1970 fue reconstruido gracias a un ambicioso proyecto que afortunadamente pudo recuperar gran parte de este símbolo histórico. Su privilegiada ubicación se denominó popularmente «la llave de La Mancha» pues le permitía dominar las extensas llanuras que surgen a sus pies.
El romance anónimo del Prior de San Juan reza:
«(...)Un castillo está en Consuegra
que en el mundo no le hay tale,
más para vos vale, el rey,
que para el prior de Sant Juane».
Entre sus recios muros se refugió Alfonso VI durante la llamada batalla de Consuegra contra los almorávides en 1097. A la entrada del castillo, lucen grabados en la piedra, dos significativos escudos heráldicos, el de los Álvarez de Toledo y el de don Juan José de Austria, su habitante más ilustre, hijo bastardo del rey Felipe IV y la actriz María Calderón, apodada «La Calderona». Fue precisamente él, quien desde este lugar preparó el que sería uno de los primeros golpes de Estado que tuvo lugar en España. Y es que en 1669, se hizo con el control de la corona en contraposición a su madrastra Mariana, encerrando en la fortaleza a Fernando de Valenzuela, uno de los últimos validos de los Austrias.
Del castillo actual pueden observarse algunos de los cuatro aljibes o cisternas de agua que tuvo, utilizadas posteriormente como mazmorras y también conocer algunas curiosidades entre las que destacan la existencia de un pozo de nieve que durante la Edad Media servía para conservar el pescado que se comía durante la Cuaresma siguiendo los obligados preceptos religiosos o el hallazgo de un libro imprescindible para profundizar en la historia de esta localidad toledana. Y es que, durante la Guerra de la Independencia, las tropas francesas arrasaron el castillo, la Iglesia Prioral, el Palacio y el Hospital de la Orden provocando la desaparición de valiosos ejemplares. Entre aquellos volúmenes se encontraba un códice medieval del siglo XV, redactado concretamente en 1480 donde se recogían las leyes, propiedades y privilegios del priorato en el reino de Castilla y León. Este volumen era conocido como el Libro Becerro de Consuegra y, tras darlo por perdido o destruido durante 185 años, en 1992 apareció en Londres, en la biblioteca del Museo de la Orden de San Juan pues Consuegra había sido cabeza de priorato, al igual que Londres en Inglaterra.
También el visitante puede adentrarse en otros espacios significativos donde antiguamente estuvo la capilla o la sala capitular y admirar su emblemática torre Albarrana, perfectamente reedificada. En definitiva, un escenario épico repleto de hazañas, secretos y leyendas que merecen ser conocidas.
Junto al castillo de Consuegra y a lo largo de todo el cerro se mantienen en pie doce molinos de viento de los trece que hubo gracias a su restauración a partir de los años sesenta. Datan del siglo XIX aunque se sabe que en La Mancha comenzaron a instalarse hacia el último tercio del XVI. Todos tienen nombre propio y suelen vender productos artesanales y souvenirs en su interior. El primero de ellos, el llamado «Bolero» funciona como oficina de Turismo de la localidad y el denominado «Sancho» aún trabaja de manera tradicional, moliendo el grano hasta convertirlo en harina para elaborar pan. El viajero entra en uno de ellos y asciende por una estrecha escalera sus dos alturas, en la planta baja se atiende al visitante, en la primera se recrea una angosta habitación a modo de dormitorio y en la segunda y última se encuentra el rudimentario mecanismo con la pesada piedra circular que gracias al movimiento de las aspas exteriores, gira para moler el grano. En un día muy ventoso como éste, es llamativo escuchar los crujidos de la estructura de madera, sonidos tan intensos que parece que va a resquebrajarse por completo de un momento a otro.
Estas tradicionales construcciones que al hidalgo caballero don Quijote sus alucinaciones le hacían creer que eran gigantes, parecen en la actualidad miniaturas si las comparamos con los inmensos generadores de energía eólica que inundan los montes españoles dotando al paisaje de una nota de modernidad, estéticamente aborrecible pero modernidad al fin y al cabo.
Es tiempo de continuar el viaje hacia el segundo y último destino no sin antes echar un vistazo desde las alturas del Calderico, divisando perfectamente Consuegra, cuya población asciende a unos diez mil habitantes. Ya en ruta y sin las incómodas lluvias en el camino, enseguida se llega a la provincia de Ciudad Real y a su primera localidad importante, Puerto Lápice, donde en una de sus ventas, sitúa Cervantes el momento en que su protagonista es armado caballero. Ahí se cambia de carretera para tomar la comarcal CM-420 y seguir atravesando los vastos campos manchegos de cultivos de cereal, olivos, vides y pastos de ovejas e incluso se ve algún puesto ambulante de melones, sandías o quesos. A mano derecha se sitúa Daimiel y detras de dicha localidad, el Parque Natural que lleva su nombre. Luego aparece Torralba de Calatrava y finalmente, tras una hora de apacible viaje, Almagro.
A la entrada de Almagro, al viajero le parece oler a aceituna y a leña, aromas ambos que le agradan enormemente y le hacen esbozar una sonrisa cómplice, como diciendo: ¡Ya estoy aquí!. Este lugar de La Mancha es famoso por sus berenjenas encurtidas aunque toda la provincia cuenta con una gastronomía de platos típicos, sencilla y verdaderamente deliciosa que incluye una excelente repostería amén de unos caldos de primera. También el Festival Internacional de Teatro Clásico que se celebra cada verano desde 1977 en su maravilloso Corral de Comedias, es uno de los principales atractivos de esta villa.
Al llegar a su encantadora Plaza Mayor, el viajero observa detenidamente su llamativa forma rectangular, especialmente sus lados mayores donde sobre soportales con columnas de piedra, se levantan en dos alturas, bellas viviendas típicas con galerías acristaladas y vigas de maderas impecablemente pintadas de verde.
Por el zaguán del portal número 18 se accede a una de las joyas de nuestro patrimonio cultural y símbolo del Siglo de Oro español, el Corral de Comedias. Según cuentan los expertos, su estructura original del siglo XVII se conserva intacta. Fue construido en 1628 por Leonardo de Oviedo -a modo de referencia, recordemos que Cervantes empieza a escribir su novela inmortal en 1605-, remodelando un antiguo mesón que allí existía llamado del Toro y añadiéndole un tablado o escenario. El corral cuenta con un patio central rodeado de maderas de color almagre -arcilla rojiza que da nombre a la población de Almagro- que se apoyan sobre basas de piedra para protegerse de la humedad.
Tiene además dos pisos de galerías o corredores que hoy funcionan a modo de palcos. En ellos se pueden distinguir los ganchos para colocar el toldo que protegía a los espectadores en las horas de sol, así como los de las velas o candiles de aceite. En el patio hay un pozo situado a la entrada donde estuvo la alojería, el soportal donde se vendía a los espectadores la aloja, un refresco de la época elaborado con agua, miel, limón y especias.
En el siglo XVIII se decretó el cierre de todos los corrales existentes principalmente por la falta de higiene y por el peligroso riesgo de incendio al contar con estructuras de madera. Comenzaron entonces a construirse los llamados teatros a la italiana, coliseos que han sobrevivido hasta nuestros días. El corral se reconvirtió entonces en Posada de las Comedias y su actividad teatral cesó por completo. No fue hasta mediado el siglo XX, concretamente en 1954, cuando el Ayuntamiento de Almagro lo adquirió, reinaugurándose su programación con el montaje La hidalga del valle de Calderón de la Barca. Al año siguiente sería declarado Monumento Nacional y tras diversas restauraciones, se convertiría en uno de los teatros españoles de mayor prestigio y categoría por donde ha pasado lo más granado de nuestra escena. Su capacidad es de 282 localidades en sillas de enea, material típico de la zona.
Al pasear por las tranquilas callecitas de esta localidad manchega que cuenta con casi nueve mil personas censadas, el viajero no se cansa de admirar sus amplias casas blancas y patios señoriales, que le otorgan un aire distinguido y singular. El Museo Nacional del Teatro inaugurado en 1994 y actualmente cerrado por reformas de ampliación, es otro de los lugares de obligada visita junto al Almacén de los Fúcares, la iglesia de San Agustín o elegantes palacios como el Maestral o el de los Marqueses de Torremegía por citar algunos de sus edificios más destacados.
Una intensa lluvia se desencadena de nuevo y, el viajero, se resguarda en un mesón típico donde repondrá fuerzas para emprender su viaje de regreso a Madrid. Mientras, le esperan suculentos manjares como las migas, las gachas, el magro o los duelos y quebrantos acompañados por dulces como los alfonsinos, las flores de Calatrava o los mostillos, platos que regará, con un reconstituyente y siempre agradable vino tinto de la tierra.