Al rescate del Modernismo madrileño

Los torreones modernistas unidos por una marquesina, dan paso a la Colonia de la Prensa de Carabanchel.
Texto y fotos: Carlos Arévalo

La entrada principal a la Colonia de la Prensa de Carabanchel está custodiada por dos llamativas torres y una marquesina que anuncia en un cartel el nombre de dicho recinto con letras azules sobre fondo amarillo, obra del ceramista talaverano Julián Montemayor. Además de servir de portería fue parada del tranvía y locutorio. En el interior se construyó un conjunto de 42 pintorescos chalets unifamiliares u hotelitos como entonces se llamaban. Era la época de las ciudades-jardín. Los terrenos sobre los que se edificó la colonia están situados entre los Carabancheles, el Alto y el Bajo y se accede por la calle de Eugenia de Montijo.


El rey Alfonso XIII firma en el acto en el que se puso la primera piedra para la construcción de la Colonia de la Prensa.

Una de las placas realizadas en cerámica de Talavera.
Este ejemplo de arquitectura modernista fue iniciado a principios del siglo XX a raíz de un proyecto de Felipe Mario López Blanco. En el año 1913 se puso la primera piedra ante la presencia del rey Alfonso XIII. Se inauguraba así un área residencial creada en un principio para periodistas y escritores e impulsada por el llamado grupo de Los Cincuenta pertenecientes a dicho gremio. Pensando en una promoción de viviendas sociales montaron una cooperativa llamada Asociación Benéfico-Cooperativa de Construcción de Viviendas Baratas Colonia de la Prensa. Aunque dirigida al proletariado, esta urbanización terminó acogiendo a la clase media-alta. Entre los ilustres residentes de dicho lugar estuvo el poeta Manuel Machado que vivió en el hotelito de García-Plaza, conocido popularmente como el del Gato. Las calles, algunas con nombres de periódicos de aquellos tiempos como El siglo futuro o La Nación, están indicadas en letreros de cerámica, obra del famoso Juan Ruiz de Luna.

La guerra civil dañó considerablemente varias viviendas de este singular recinto aunque fue el crecimiento urbano y la especulación inmobiliaria desde mediados de siglo, los factores que destruyeron muchas de aquellas edificaciones sustituyéndolas por grandes inmuebles sin ninguna personalidad. Hoy, resisten algunos de los preciosos chalets originales en una zona que no es ni una sombra de lo que fue. Los torreones de la entrada, deteriorados y llenos de graffitis, piden ayuda a gritos. Otra muestra más de cómo la clase política permite que se destruya el patrimonio de este bendito país.  
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