Amancio Prada alumbra en Madrid su primavera más «machadiana»

El célebre cantautor rinde un sentido homenaje al poeta Antonio Machado

Carlos Arévalo

«La primavera ha venido, nadie sabe cómo ha sido», el aclamado cantautor leonés Amancio Prada (Dehesas, 1949) inauguró así la estación más romántica del año, con los célebres versos del poeta sevillano Antonio Machado ante un auditorio repleto de fieles seguidores. Con este recital se clausuran las jornadas iniciadas el pasado febrero en la madrileña Casa de fieras -actual Biblioteca Municipal Eugenio Trías- bajo el título «Machado en sus ciudades. IX Edición del Aula Juan de Mairena». Coincidiendo con el Día de la Poesía, nuestro legendario y querido trovador brindó un emotivo e íntimo concierto en la capital española bajo el título Los poetas de Machado en el escenario del Conde Duque.

Amparado por su elegante sobriedad, Amancio Prada se presentó ayer puntual a su cita con el público madrileño vestido de negro riguroso. Camisa negra, pantalón negro y la única compañía de una guitarra española que tañó con embriagador virtuosismo. «No es a Machado al poeta al que más he cantado pero sí al que más he leído y con cuyos versos más he viajado en mis largos trayectos en tren», comenzó diciendo el popular artista, sentado en su inseparable banqueta. Tras mostrar una sencilla edición en tapas rojas de las Poesías escogidas de Machado publicadas por Aguilar, inició un delicioso repertorio de canciones muy vinculadas al genial autor con hermosos versos introductorios. Evocando su propia infancia y el duro trabajo en el campo de sus progenitores, comenzó recitando aquello de «Londres, Madrid, Ponferrada, tan lindos... para marcharse. Lo molesto es la llegada. Luego, el tren, al caminar,siempre nos hace soñar...»

Así, poco a poco Prada fue hipnotizando y seduciendo al respetable, entrelazando el imaginario del poeta andaluz con su trayectoria personal y aderezándolo con su fino sentido del humor, su sensibilidad y su reconfortante erudición. Rememoró así pasajes legendarios de don Antonio como sus estancias en Soria y su matrimonio con la entonces niña Leonor, París, Baeza, Segovia y su amor con Guiomar... De este modo, también retrocedió hasta sus propias vivencias en su pueblo natal en Dehesas, León y luego en Cambados, Valladolid o Madrid. Y es que Amancio Prada como Machado, también residió en París, concretamente desde 1969 a 1974 e incluso en Segovia, a partir del verano de 1975. Allí, confesó, pudo descubrir las huellas de San Juan de la Cruz. Y en aquella maravillosa ciudad, dio un primer recital en la iglesia de San Justo junto a María del Mar Bonet, Enrique Morente y Agapito Marazuela

Refrescó aquellos versos de Machado que abogaban por la gloria de lo anónimo: «Hasta que el pueblo las canta, las coplas, coplas no son y cuando las canta el pueblo, ya nadie sabe el autor». Con su nívea melena, su eterna sonrisa y su mirada penetrante, Prada conquistó a los espectadores que abarrotaban el recinto. En plena forma física, demostró también que mantiene su poderosa voz intacta y embelesó al público matritense durante su presentación a lo largo de hora y media con un sonido impecable. Recordó también a dos íntimos amigos que, a pesar de su desaparición terrenal, continúan alimentando su alma y para los que, por supuesto, tuvo unas sentidas palabras: Chicho Sánchez Ferlosio y Agustín García Calvo. Con su magistral desenvoltura supo vincular a Machado con otros poetas que le influyeron notablemente, desde Santa Teresa de JesúsRabindranath Tagore o desde Rosalía de Castro a Gustavo Adolfo Bécquer. Abrió con Solo de lo negado de García Calvo para continuar con uno de sus temas propios más emocionantes titulado Tengo en el pecho una jaula, al que siguieron Edad de Antonio Gamoneda, el romance anónimo Mañanita de San Juan, Arde el tiempo de Carlos Aganzo o una exquisita selección de coplas de Jorge Manrique, cantos que, parafraseando a María Zambrano, forman parte de nuestro mapa espiritual.

Ya sea cantando o recitando, Amancio Prada es un mago de la ensoñación y un salvador de instantes que domina la escena, adueñándose del silencio y desplegando su secreto sortilegio de palabra y música, de verso y notas. El mítico cantor castellano-leonés acompañó sus interpretaciones con sus tan característicos alzamientos de cabeza, esa cabeza enfatizante y mística con la que sentencia sus sabias enseñanzas. Su inagotable memoria y talento continuó con otros soberbios poemas musicados y canciones como Quand' eu vejo as ondas del trovador gallego-portugués Roi Fernandiz de Santiago, un par de poesías del citado Tagore, la machadiana Muerte de Abel Martín que recitó con arrolladora verdad o Espíritu sin nombre del romántico Bécquer, a quien el propio Machado definió como «el ángel de la verdadera poesía»

Haciendo gala de su sempiterna generosidad y para rematar este irrepetible concierto, Prada satisfizo a sus incondicionales con Paseniño de su venerada Rosalía de Castro y en cuyos versos, vislumbró Luis Cernuda «una anticipación del alma de Machado». En pie, el auditorio aplaudió con fervor su último regalo, uno de sus temas más emblemáticos, Libre te quiero de García Calvo, canción que, tras décadas de éxito, dio título a la película del desaparecido cineasta Basilio Martín Patino sobre el movimiento social del 15-M. Con el alma llena de sus versos necesarios y terapéuticos, despidieron sus admiradores a Amancio Prada, un valor seguro y una acertada apuesta por la alta cultura que ninguna institución debería olvidar pues su sola presencia nos permite saborear lo más jugoso del tuétano poético nacional. Una delicia artística que ningún melómano que se precie debería dejar de disfrutar.

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