La cantante calva o la tragedia del lenguaje

El elenco de La cantante calva: Helena Lanza, Joaquiín Climent, Adriana Ozores, Fernando Tejero, Carmen Ruiz y Javier Pereira.


Carlos Arévalo

Los seres humanos tendemos a comprendernos cada vez con menos éxito, por desgracia. Lo vemos a diario simplemente observando durante unos segundos a nuestro alrededor. Tenemos la capacidad y las herramientas para comunicarnos mejor que nunca y, paradójicamente, a cada instante estamos más alejados de entendernos. Sin caer en el manido tópico de la crítica al adormecedor papel que los teléfonos móviles ejercen sobre las relaciones sociales, al asistir al teatro de La Latina a ver La cantante calva, se puede confirmar que el peliagudo asunto viene de lejos. Ya nos lo avisó el rumano Eugène Ionesco, autor de dicha obra, la primera de su brillante producción dramática. Después vendrían otros aplaudidos y más acertados textos como El rey se muere o Rinoceronte protagonizados de forma soberbia por el gigante escénico José Bódalo sobre las tablas de tantos teatros españoles.


El argumento de La cantante calva, escrito en 1950, critica la hipocresía burguesa de la época y denuncia la incorrecta utilización del lenguaje por parte del ser humano que es, a la vez, incomprendido e incomprensible en su relación con los demás. Detrás de la anunciada comedia se esconde una situación preocupante, dramática. El montaje actual cuya versión pertenece a Natalia Menéndez, rescata esta «anti pieza» cómo llegó a definirla su creador, que la enmarcó en el llamado teatro del absurdo. De ese humor bebieron geniales autores satíricos como Mihura o Tono y posteriormente Tip y Coll, Antonio Ozores o ya en nuestros días incluso José Mota. Pero para el gusto del que escribe, todos ellos lo hicieron con una comicidad y un talento que está a años luz del texto de Ionesco. Durante toda la función son habituales las situaciones predecibles y los diálogos reiterativos que se convierten en un surrealista galimatías de digestión lenta.

Del elenco formado por actores consagrados como Adriana Ozores, Fernando Tejero o Joaquín Climent y por otros en fase de serlo aunque también fabulosos, merece una mención especial la actriz Helena Lanza que acapara la atención y complicidad del respetable en su delirante papel de criada. En una de las adaptaciones que Jaime Azpilicueta hizo de La cantante calva, a mediados de los sesenta, brilló en el mismo personaje, nada menos que la gran Rafaela Aparicio que siempre bordó el rol de asistenta doméstica tanto en teatro como en cine y televisión. Ahora Lanza puede ser su moderna sucesora, cualidades desde luego no le faltan.
Tras el primer estreno en Madrid de dicha obra teatral en 1955, el crítico Alfredo Marquerie escribió: «(...) Por su falta de ambición constructiva no nos gusta y, además, y lo que es peor, nos aburre soberanamente». Tampoco es para tanto.

La cantante calva se puede ver en el teatro de La Latina de Madrid (Plaza de la Cebada, 2) hasta el 24 de junio de 2018.
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