Carlos Arévalo
Fue Dolores Gaos González-Pola o sencillamente Lola Gaos (Valencia, 1921-Madrid, 1993) una excelente actriz española, lamentablemente muy olvidada y prácticamente desconocida, como tantos nombres, para las nuevas generaciones. Su rostro ajado y su físico huesudo, su voz rota y su incuestionable talento para lo dramático, le permitieron bordar generalmente desgarrados papeles de mujeres zarandeadas por la vida en películas inolvidables como Viridiana (Luis Buñuel, 1961) -la escena levantándose la falda es un clásico de nuestro cine-, La tía Tula (Miguel Picazo, 1964), La busca (Angelino Fons, 1966), Tristana (Luis Buñuel, 1970) o Furtivos (José Luis Borau, 1975), algunos de los títulos más prestigiosos de su filmografía que comenzó a finales de los años cuarenta del pasado siglo.
Ahora una biografía escrita por la historiadora Margarita Ibáñez, la única existente sobre ella hasta la fecha, titulada Lola Gaos. La firmeza de una actriz (Bala Perdida, 2025) recupera su figura reivindicando, quizá en exceso, su férreo compromiso político en la lucha antifranquista. A lo largo de este recorrido por la vida de la actriz valenciana, el lector descubrirá su origen en una familia numerosa acomodada y drásticamente represaliada tras la guerra civil. Creció en un ambiente puramente intelectual dadas las inquietudes artísticas de sus ocho hermanos, todos ellos firmes republicanos y que cultivaron la poesía, la música o la literatura.
Marcada para siempre por la amargura pero dispuesta a labrarse un futuro, llegó a Madrid en 1943 en plena posguerra y contrajo matrimonio con un abogado llamado Gonçal Castelló que procedía de una familia burguesa de Gandía y que había estado encarcelado por su militancia comunista y tuvieron una hija, Inés. Ambos eran personas muy cultas que asistían a las tertulias literarias que se celebraban en el histórico Café Gijón. Tras atravesar unas cuantas dificultades, pudieron instalar su domicilio definitivo en la calle de Ríos Rosas, 54 donde fueron vecinos de los escritores Camilo José Cela y César González-Ruano y del pintor Manuel Viola.
Esta biografía recuerda también los duros inicios de Lola Gaos en el oficio de actriz que, al no pertenecer a ninguna saga de cómicos, tuvo que formarse de manera autodidacta, desempeñando numerosos papelitos como extra en cine y teatro para, muy poco a poco, ir logrando un mayor reconocimiento artístico pues sus peculiares rasgos físicos no se ajustaban a los perfiles habituales que se buscaban entonces. Interpretó con enorme dignidad y destreza ásperos roles de mendiga, criada o mujer rural. Su primera incursión en el cine tuvo lugar en la película El sótano (Jaime Mayora, 1949) donde precisamente coincidió con su vecino, el citado Cela.
Debutó sobre las tablas al año siguiente en el montaje que organizó el TEU (Teatro Español Universitario) de La casa de Bernarda Alba de Federico García Lorca. En el cine llegaría a ser socia con su marido de la productora UNINCI en la que figuraban cineastas amigos de la pareja como Ricardo Muñoz Suay, Luis García Berlanga o Juan Antonio Bardem. Lola Gaos tuvo que aceptar trabajos en películas de todo tipo, desde las más comerciales y frívolas hasta cine de autor. Además de los largometrajes citados, cabe destacar su presencia en Esa pareja feliz (L.G. Berlanga/ J.A. Bardem, 1953), Mi querida señorita (Jaime de Armiñán, 1972) o Dios bendiga cada rincón de esta casa (Chumy Chúmez, 1977). También intervendría en varios cortometrajes experimentales así como en diferentes elencos de teatro independiente con la compañía El búho con la que representó obras como De san Pascual a san Gil.
Televisión Española también contó con ella en series como los Tele-Rodríguez, Historias de la frivolidad o Historias para no dormir además de en espacios dramáticos como Teatro de siempre, donde representó con gran éxito Medea o La Celestina entre otras producciones o Estudio 1 donde participó en adaptaciones de obras como Las brujas de Salem.
Siempre fiel a sus principios y a la defensa de sus derechos, participó en la célebre huelga de actores de 1975 en la que se exigían mejores condiciones para la profesión como el día de descanso que hasta entonces no existía. Incluso fue detenida al año siguiente al involucrarse en una mediación de unos obreros de una multinacional frente a la patronal. Lola Gaos fue, en definitiva, una mujer de fuerte carácter, valiente y moderna que nunca abandonó sus ideas izquierdistas e incluso padeciendo la indiferencia de los productores, abogó hasta el final de sus días, enferma y en una situación económica precaria, por la independiencia, el feminismo y la libertad.
Lola Gaos. La firmeza de una actriz
196 páginas
Editorial Bala Perdida, 2025
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