Cuatro décadas sin el cronista del Madrid más tradicional

La herencia olvidada de Antonio Díaz-Cañabate 

Antonio Díaz-Cañabate fue un cronista y escritor dedicado en cuerpo y alma a sus dos pasiones: el viejo Madrid y los toros
Carlos Arévalo
Hace ya cuarenta años que, como decía Yupanqui, «se marchó al silencio» Don Antonio Díaz-Cañabate (1898-1980), infatigable cronista de un viejo Madrid que ya había desaparecido en los tiempos en los que él escribía. Dicen que no se levantaba nunca antes de las tres de la tarde, que no utilizaba el teléfono y que jamás entró en unos grandes almacenes. Toda una declaración de principios que define con precisión al pintoresco personaje madrileño.
Díaz-Cañabate, primo del célebre jurista Antonio Garrigues, se licenció en Derecho y llegó a obtener la plaza de juez pero su vocación periodística ganó el pleito a la hora de elegir oficio. Paseaba y disfrutaba de cada rincón de la ciudad hasta el amanecer, lo que le inspiraba poderosamente para pergeñar sus libros y artículos: «¿Nunca os ha sorprendido el amanecer en las calles madrileñas? Si es así, lo siento por vosotros. Los amaneceres de Madrid son amaneceres chiquititos porque en Madrid amanece a trozos. Cada calle tiene su amanecer para ella».

Una castiza estampa de Díaz-Cañabate
Brillante narrador costumbrista y nostálgico, siguiendo la magistral estela de Emilio Carrere, retrató con exquisita amenidad la vida en «Los Madriles», sus oficios típicos, sus barrios más populares, sus encantadores pasatiempos… y ejerció también como crítico teatral con notable destreza.

Fue miembro habitual de selectas tertulias de cafés y tabernas castizas, aficiones que plasmó detalladamente en dos de sus libros más destacados: Historia de una taberna ambientada en 1942 en la todavía hoy milagrosamente viva Taberna de Antonio Sánchez e Historia de una tertulia situada principalmente en el extinto Café Lyon d’Or y en las veladas en torno a su buen amigo José María de Cossío -autor del monumental Cossío- en las que participaban otros ilustres nombres de la cultura de la época como D’Ors, Zuloaga, Belmonte

La tauromaquia era uno de los temas favoritos de Díaz-Cañabate, gran apasionado de la Fiesta Nacional. Así se convirtió en uno de los cronistas taurinos más afamados de su generación utilizando por primera vez el término «planeta de los toros». Algunos matadores le temían por su inflexibilidad a la hora de escribir una crítica llegando a referirse a él como «¡Díaz, coño, vete!».

Plasmó su rico anecdotario en cientos de páginas publicadas en cabeceras como La Época, Semana o ABC. En el verano de 1980, con sus fuerzas exiguas, se agotó definitivamente la tinta de la pluma de este peculiar pero tan necesario «superviviente del siglo XIX» como él se autodefinía irónicamente pues había nacido en 1898.
Tan sólo una placa conmemorativa en su domicilio de Marqués del Duero, 3 recuerda al «Caña» como llamaban sus amigos a Antonio Díaz-Cañabate pero Madrid le debe mucho más aunque visto lo visto no parece que ese saldo se vaya a liquidar nunca.

Relegado al más injusto de los olvidos, los escritos del incansable Cronista Oficial de la Villa son piezas imprescindibles para todo investigador interesado en nuestra cultura más inmediata y para los amantes del Madrid de antaño, herido de muerte por la piqueta, la especulación y por un falso progreso que nos está dejando huérfanos de raíces, de valores y de verbenas.
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