Viaje al corazón del teatro cubierto más antiguo de España

El Teatro Real Coliseo Carlos III de San Lorenzo de El Escorial data de 1771

Texto: Carlos Arévalo/ Fotos: Guillermo López

Desde 1734 y durante veinticinco años, el monarca español Carlos III había sido rey de Nápoles y Sicilia. Inspirado por la belleza de los teatros italianos, a partir de 1767, encargó la construcción de tres coliseos con aquel estilo que se erigirían en tres Reales Sitios: Aranjuez, San Lorenzo de El Escorial y El Pardo. Del primero solamente queda, a modo de recuerdo, el frontal de cinco arcos y la piedra grabada con la fecha inaugural ya que el resto del edificio se demolió para rehacerlo entero, y del último no queda nada. Así que es el de San Lorenzo el teatro de Corte cubierto más antiguo de España en funcionamiento y, actualmente, gestionado por la Comunidad de Madrid. Entrar en él es adentrarse en un santuario del arte de la interpretación lleno de secretos y curiosidades.

Vista del patio de butacas y escenario del Real Coliseo Carlos III, el teatro de Corte cubierto más antiguo de España.





Corría 1770 cuando el arquitecto Jaime Marquet recibió el proyecto del rey ejecutándolo con suma celeridad, ya que al año siguiente la obra estaba terminada. Desde 1784, el célebre Juan de Villanueva, responsable de construcciones neoclásicas como la del Museo del Prado o el Observatorio Astronómico de Madrid, realizará importantes reformas en el edificio como la de la fachada principal. En sus orígenes, el recinto teatral tenía capacidad para unos quinientos espectadores pero hoy en día solamente se ponen a la venta unas 330 butacas en aras de la comodidad del público y de facilitar la mejor visibilidad posible. Precisamente para que desde todos los palcos se pueda disfrutar de la representación, el escenario tiene una inclinación del 5 % hacia el auditorio.  La estructura de esta joya de nuestro país cuenta con un patio de butacas –antiguamente ocupado por la clase popular–, que se asienta en forma de U sobre planta rectangular, y un balconcillo que entonces estaba destinado a los espectadores de un estatus socio-económico intermedio. Además existen dos niveles de palcos que al principio estuvieron reservados a la realeza y nobleza, y un anfiteatro.

El interior del teatro fue también cine, almacén, sala de fiestas y hasta establo en la época napoleónica.


Un espacio multifuncional
Además de funcionar principalmente como teatro, el Real Coliseo Carlos III se utilizó en tiempos de la ocupación napoleónica como almacén de material e incluso como establo de animales. Posteriormente se cubrió el patio de butacas prolongando el escenario con un entarimado de madera para reconvertirlo en sala de baile.
En 1918 se instaló un proyector en el palco central y se abrió como cine Lope de Vega hasta que en 1967 cerró sus puertas. A partir de entonces cayó en un absoluto estado de abandono que la irresponsable especulación inmobiliaria casi acaba con su demolición. En la década de los setenta del pasado siglo y gracias al empeño de Pedro Martín, un ilustre vecino del municipio que adquirió el teatro y puso en marcha la Sociedad de Fomento y Restauración, el espacio pudo ser rehabilitado por los arquitectos José Luis Martín Gómez y Mariano Bayón; ellos le otorgaron su aspecto actual respetando la imagen original y salvándolo así de una triste desaparición. El 30 de abril de 1979 el teatro se reinauguró con la presencia de S.M. la Reina Sofía y finalmente en 1995 fue protegido de forma oficial al declararlo Bien de Interés Cultural.

La famosa lámpara de cristal.
Regalo de La Granja
Uno de los detalles a destacar de esta caja de sorpresas es la imponente lámpara de cristal donada por la Real Fábrica de Cristales de La Granja de San Ildefonso que luce en el techo del teatro. Hoy se ilumina con bombillas pero hasta la llegada de la luz eléctrica, lo hizo con velas de cera. Ese era el motivo por el cual, antiguamente, se apreciaban manchas negruzcas que ahumaban los techos de los teatros alrededor de las lámparas. En la última planta se conserva, en las dependencias dedicadas al mantenimiento, un torno de madera mediante el cual se hacía descender manualmente la lámpara hasta el patio de butacas para apagar o encender las velas. Actualmente, esa función es desempeñada mediante un motor que permite mover dicha reliquia con mayor seguridad para revisarla periódicamente y sustituir las bombillas fundidas.

El torno de madera, que otrora sirviera para subir y bajar la lámpara de cristal, se conserva tal y como estaba.


Placa en la puerta del palco.
El palco privado de Godoy
Junto a una puerta lateral del pasillo que conduce al patio de butacas, a la altura del propio escenario, una placa dorada reza: «Proscenio ocupado en 1780-1785 por Godoy». Al abrir la puerta se accede a un pequeño palco –hoy destinado a personas con movilidad reducida–, desde el que Manuel Godoy, el político que más tarde sería primer ministro y valido del rey Carlos IV, presenciaba las funciones teatrales. Una de las ventanas de la planta baja del teatro, que antiguamente era puerta, se empleaba para que, desde el jardincillo exterior, el histórico personaje entrara al teatro sin ser visto y solamente tuviera que caminar cuatro o cinco pasos hasta llegar a su aposento privado. La exclusiva ubicación del palco permite contemplar la representación casi desde dentro de la escena.

Detalle del peine o parrilla de madera.
Un peine de casi 250 años
Pero boato y privilegios aparte, las auténticas joyas son a veces las que no se ven. Y es que uno de los tesoros más preciados de este teatro –y prácticamente desconocidos por el público– es su peine. El peine no es más que el tablado de madera a modo de parrilla que contiene las poleas y cuerdas destinadas a maniobrar los decorados y demás dispositivos escénicos. Dicho entretejido es el original de 1771, construido con madera de la sierra madrileña que continúa desempeñando su función del mismo modo que antaño. El primitivo sistema de cuerdas de cáñamo y contrapesos hechos con sacos de arena que de él cuelgan para subir y bajar los distintos cuadros que componen un montaje, sigue siendo prácticamente igual. El acceso al peine por el piso superior del edificio ha llegado a soportar el peso de una docena de personas y, aunque en la actualidad se ha reforzado con una estructura de acero, el vértigo producido por los catorce metros que lo separan del suelo también sigue siendo el mismo.

El peine del teatro es original del año 1771 y está fabricado con madera de la zona.

Ya abajo, alzando la vista desde el interior del escenario se aprecia el emparrillado del peine y el complejo juego de cuerdas y telas que producen el efecto final, la magia que convence al espectador. En la zona de bastidores, al pasar entre cajas, a media altura se pueden ver los huecos o arrojaderos desde los que en aquellos tiempos, para cambiar un decorado rápidamente por otro y casi emulando a Tarzán, se lanzaban los operarios sujetos a una cuerda para, con todo su peso, lograr la subida inmediata del elemento que fuera.

Hay dos telones, de guillotina y cortina. 
¡Se abre el telón!
Al contemplar la evocadora imagen del teatro vacío, se aprecia con mayor entusiasmo el hechizo del silencio en un lugar por el que han pasado tantas generaciones de artistas y espectadores. Sentado en cualquier butaca uno puede imaginar los ecos de legendarias voces, famosas y anónimas, declamando desde las tablas o murmurando desde su asiento, el sonido de los aplausos perdidos en la noche de los tiempos o los momentos irrepetibles impregnados en las viejas paredes de este teatro único. Al comenzar la función suben los dos preciosos telones con dibujos de bordados y detalles granates y dorados, el primero de guillotina –llamado así por que al finalizar el espectáculo cae desde lo alto–, y el otro de cortina, que se descorre manualmente. El encanto de este Real Coliseo Carlos III de San Lorenzo de El Escorial también ha conquistado a diversos productores de cine y televisión, albergando en su interior algunos rodajes y grabaciones como el de la serie Velvet o El Ministerio del Tiempo entre otras ficciones.
Vista lateral desde el escenario de los bastidores y del peine donde cuelgan los decorados y demás elementos escénicos.


Pasadizos secretos
Desde el balcón exterior del teatro se construyeron a finales del siglo XVIII, dos pasarelas elevadas que cruzaban la calle Floridablanca y desembocaban en los edificios de enfrente, en las llamadas casas de oficios que todavía hoy existen. A su vez, desde dichos pabellones se puede acceder a unos túneles subterráneos que recorren el tramo existente hasta el Monasterio del Escorial por debajo de la explanada principal o lonja. De esta forma, se comunicaba el teatro con los aposentos reales con total discreción.
Una parte importante de la Historia de España y de sus secretos de Estado, conspiraciones o amoríos incluidos, habita en el interior de este coliseo que, gracias a un mecenas de la Cultura sensibilizado con la conservación de nuestro Patrimonio, continuará ahí guardada, esperemos que para siempre.
Fachada principal del Teatro Real Coliseo Carlos III de San Lorenzo de El Escorial, ubicado en la calle Floridablanca.

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