Jaime Urrutia, anoche, durante su actuación en Madrid en el marco del festival musical Madrid Presenta. |
Texto y fotos: Carlos Arévalo
Anoche en el teatro Fernán Gómez reapareció
el cantante y compositor Jaime Urrutia
(Madrid, 1958) ante el público madrileño dentro de la programación del festival
Madrid Presenta. Se conmemoraba
además el treinta aniversario del disco Camino
Soria que lanzó junto a su antigua banda Gabinete Caligari.
Qué mejor para un artista tan marcado
por la tauromaquia como Urrutia que hacer su entrada en escena mientras sonaban
los compases del pasodoble torero Gallito,
considerado como uno de los himnos de la vieja fiesta y compuesto a principios
del siglo XX por Lope Gonzalo como homenaje al matador Fernando Gómez Ortega «Gallito Chico», hermano de Joselito «El Gallo». Cuatro rosas, cuatro, decoraban los pies de
micro para evocar una de las canciones más populares del repertorio de este cantante
auténticamente castizo que, por supuesto, interpretó a lo largo del concierto.
Urrutia, ayer, interpretando uno de sus míticos éxitos. |
Acompañado por sus
cinco músicos habituales, algunos de la época de Gabinete, comenzó con Delirios de grandeza para poner en pie a
la segunda canción, Tócala Uli a su
fiel legión de admiradores que abandonaron las butacas del recinto para no
volver a sentarse, en muchos casos, durante la hora y media que duró el
recital.
Como buenos
rockeros de los Madriles y a falta de
un tirador de cerveza en el escenario, se hidrataron con unas latas de Mahou porque el agua no procede en tal
liturgia.
Vistiendo camisa
solapona negra medio desabrochada y botines claros, sin calarse la parpusa esta
vez, el madrileño no se despegó de su Telecaster
y, sin lograr camuflar su timidez, repartió una acertada selección
de canciones con la que logró una vez más el beneplácito de su afición. En el
dedo anular derecho lucía su amuleto, todo un símbolo, el anillo que perteneció
a su abuelo materno Don Fernando Valenzuela. Éste había sido el empresario de la plaza de toros de Málaga en tiempos gloriosos y
con ese anillo puesto, había estrechado manos legendarias como la de Juan Belmonte, ídolo eterno que revolucionó
los ruedos con su estilo rompedor. Y es que es imposible hablar de Jaime Urrutia
sin hablar de toros y de toreros.
Durante el concierto sonó una gran selección de clásicos de su carrera cosechados tanto con Gabinete Caligari como en solitario. |
En conjunto sonó
de maravilla aunque quizá las guitarras ahogaron un poco su tan característica
voz grave, matizada a base de cigarrillos hasta alcanzar el nivel óptimo de
dureza, de expresión entre bohemia y cheli. Ante las treinta velas que soplaba
su canción y disco Camino Soria bien
podían haber proyectado unas imágenes históricas en tan ilustre escenario pero
no sucedió así aunque a la gente tal sobriedad pareció no importarle. El público,
entregado, vibró y coreó sus clásicos como si se tratara de las más fervientes
oraciones, éxitos de toda su carrera como ¿Dónde
estás?, El calor del amor en un bar,
La sangre de tu tristeza, Cuatro rosas, Más dura será la caída, que calificó
como una de sus mejores piezas, ¡Qué
barbaridad!, Suite nupcial, la imprescindible Camino Soria, Golpes o su siempre festiva La culpa fue del cha cha chá con la que
cerró su intervención.
Pertenece Jaime Urrutia
a la categoría de esos artistas de siempre, necesarios, y por ello merece la atención de crítica y
público tanto veterano como joven porque a punto de cumplir los sesenta,
todavía puede enseñarnos muchas cosas. «El que resiste, gana» decía Cela y él, como otros compañeros, no
debe desfallecer en el intento, a pesar de la mala salud de la industria
discográfica en España. Si continúa imprimiendo
su marchamo único en nuevas canciones y deleitándonos con su buen hacer,
podremos asistir, más pronto que tarde, al renacimiento musical de esta figura
artística de primer nivel. Aunque no proyecte fotografías en sus actuaciones.
El cantante madrileño junto a su banda en el momento de la despedida. |
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Música