Ángel Ruiz, el torbellino de voz inagotable

El versátil artista celebra en el teatro de La Zarzuela, tres décadas de profesión

Carlos Arévalo

El cantante y actor Ángel Ruiz (Pamplona, 1970) festejó anoche sus treinta años sobre las tablas en una velada mágica llena de emociones encontradas en la que rindió un sentido homenaje a sus referentes musicales, desde Manuel Alejandro a Carlos Cano y desde Serrat a Manzanero pasando por Quintero, León y Quiroga y tantos otros maestros universales.

Arropado por cuatro músicos extraordinarios como César Belda que se encarga de la dirección musical y el piano, Patxi Pascual al saxo y la flauta, Carlos Maeso en el bajo y contrabajo y Mateo Arroyave a la batería, el actor, cantante y showman presentó el recital Así que pasen 30 años en el escenario de La Zarzuela donde tanto ha trabajado en montajes como La tabernera del puerto, La del manojo de rosas, ¡Cómo está Madriz! y otras aplaudidas funciones además de cuatro conciertos en el ciclo Notas del Ambigú.

Ruiz se define como navarro de nacimiento, malagueño de adopción y madrileño de vocación y -aunque suene desgraciadamente a tópico- de haber nacido en Francia o en Estados Unidos, se le consideraría una estrella de primera magnitud. Con una sencilla pero atractiva puesta en escena, hizo su entrada con ese aire antiguo pero desbordante de modernidad, combinando un atildado bigote de «chansonnier» a lo Jean Sablon con  una estilosa falda gris para, más tarde, y a la orilla del piano, hacer el deseado cruce de piernas evocando a Sharon Stone.

Arrancó el brillante cantante y cómico con Qué sabe nadie, la clásica composición de Manuel Alejandro, pieza imprescindible en el repertorio de Raphael al que recordó en su ya clásico concierto sobre ese mismo escenario en 1965. A continuación comenzó un despliegue de registros vocales inimaginables a los que hay que sumar su arrebatadora vis cómica con la que logra, a su antojo, la carcajada del público. Ángel Ruiz es único e inimitable estandarte de extravagante elegancia, ironía y sensibilidad, maestro en manejar las emociones, en pasar de la risa al llanto y en dejar boquiabierto al auditorio con sus interpretaciones, sus ocurrencias y sus cambios de tercio.

Su atractivo magnetismo continuó aflorando con el despliegue de hermosas canciones que seleccionó para este exclusivo y diverso repertorio. Después obsequió a los presentes con la dramática belleza de A la sombra de un león donde estaba previsto que lo acompañara la mismísima Ana Belén circunstancia que, por incompatibilidad de agenda, no pudo suceder.

Angel Ruiz fundó, además, hacia 1994 el dúo Quesquispas con el que recorrió el país durante una década, repartiendo dosis de música y humor negro por bares, escenarios y verbenas. Su aguda y siempre acertada vena cómica resurgió anoche al rescatar dos de los temas más divertidos de aquella formación: El sudaca del quinto y Maribel y Marcial que despertaron la hilaridad y complicidad del auditorio. En su amplia trayectoria, el experimentado artista ha despuntado en facetas tan diversas como el teatro, la televisión, los musicales o el café-concert recibiendo prestigiosos galardones como el premio Max o el de la Unión de Actores.

En la que fue su gran noche también pudo demostrar Ruiz su talento arrollador y su inmensa capacidad vocal e interpretativa para defender de modo sublime un musical de la categoría de Los miserables del que desgranó el tema Sálvalo, una de sus piezas favoritas. Tampoco podía faltar en este emocionante recorrido profesional, Agüita del querer un sincero tributo a uno de sus grandes triunfos escénicos en el que recuperó la figura del genial y tan ingratamente olvidado Miguel de Molina en aquel espectáculo bautizado como Miguel de Molina al desnudo con el que conquistó los teatros españoles durante ocho temporadas.

Tiene Angel Ruiz ese don natural del cante y la interpretación, unido a una muy disciplinada técnica con la que logra un resultado verdaderamente conmovedor. De este modo cultiva todos los géneros que se propone como el bolero, la habanera, la zambra o el tango representado en aquella pieza inmortal titulada Nostalgias con letra de Cadícamo y música de Cobián que anoche recuperó junto a esa voz arrancada de las entrañas del alma, que es la de su buen amigo Miguel Poveda.

También incluyó en este programa especial, canciones eternas como María la portuguesa, Es caprichoso el azar o Por debajo de la mesa. A los catorce temas del repertorio añadió dos fuera de programa: Una versión de Amor eterno de Juan Gabriel que dedicó a la memoria de su madre logrando que brotaran a raudales las lágrimas de todos los presentes y cerrando con un broche más liviano pero necesariamente evocador al entonar Un rojo clavel del maestro Solano.

El inagotable torrente de voz de Ángel Ruiz fue notablemente compensado con los incesantes aplausos del público que abarrotaba el coliseo madrileño, entre vítores y ganas de seguir disfrutando sobre los escenarios de este artista soberbio, completísimo y, por desgracia, todavía tan desconocido para unos cuantos. Y como no se debe faltar a la verdad, bravo, por supuesto, por la acertada apuesta de La Zarzuela al incluirlo en su programación esperando que, tras este recital absolutamente redondo que resume una brillante carrera artística, nadie deje de tener en cuenta a uno de nuestros grandes intérpretes, embajador puro del Arte de Talía y de Euterpe.

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