El poético reencuentro entre los dos ramones

Pedro Casablanc triunfa en el teatro Español con Don Ramón María del Valle-Inclán



Carlos Arévalo

Fotografías: Javier Naval

Para goce y disfrute de los madrileños, Talía, Musa de la Comedia, en su infinita generosidad y buen hacer ha obrado un nuevo milagro, el de reunir sobre las tablas del Español a dos de los literatos españoles más brillantes del siglo XX: Valle-Inclán y Gómez de la Serna. Y para ello ha soplado su mágica inspiración sobre el dramaturgo Xabier Albertí que dirige en este original y bellísimo espectáculo al extraordinario Pedro Casablanc, uno de nuestros actores de mayor envergadura escénica.

Titulado simplemente Don Ramón María del Valle-Inclán, en este montaje austero y elegante se incluyen fragmentos de la biografía homónima que, sobre el escritor gallego, publicó en 1944 el también autor madrileño Ramón Gómez de la Serna (Madrid, 1888 – Buenos Aires, 1963). Con la impecable iluminación de Juan Gómez-Cornejo y el virtuosismo de Mario Molina al piano, se desarrolla un evocador monólogo musical a modo de homenaje a ambas figuras, la de don Ramón María del Valle-Inclán llamado en realidad Ramón Valle Peña (Villanueva de Arosa, 1866 – Santiago de Compostela, 1936) y la de RAMóN como sencillamente se conocía a Gómez de la Serna en los círculos literarios. Un espléndido Casablanc encarna artísticamente a los dos, al padre del esperpento en alma y al inventor de las greguerías en cuerpo, todo un reto interpretativo del que sale airoso y triunfante cada tarde.

Contemplar y conocer a ambos ramones redivivos en la figura del gran actor nacido en Casablanca -de ahí su apellido artístico-, le otorga a esta función un atractivo inédito para el público. Como introducción al espectáculo, se recrea fielmente el célebre monólogo humorístico El orador o la mano protagonizado por el propio Gómez de la Serna y rodado por Feliciano Vítores en el Parque del Retiro en 1928. En él, ataviado con un monóculo sin cristal y un guante, el vanguardista escritor hacía gala de su surrealista elocuencia en el que se considera uno de los documentos audiovisuales pioneros del cine sonoro en España. Precisamente en el año en que se cumplen seis décadas de su desaparición, esta apuesta teatral contribuye enormemente a rescatar del ostracismo a RAMóN, biógrafo también de otros inolvidables artistas como Goya, Dalí, Emilia Pardo Bazán o Azorín y que, por cierto, nunca fue nombrado Cronista de la Villa a pesar de ser uno de los madrileñistas más sabios que existió.



Respecto a la otra parte de la dualidad, evoca Casablanc muy eficazmente a Valle-Inclán, emulando con tono cómico su tan característico ceceo, que le hacía parecer más andaluz que gallego, y, mediante precisas imágenes poéticas, dibuja su figura fantasmagórica y quijotesca de luengas barbas y melenas que, junto a sus anacrónicos quevedos sujetos con una cinta negra, le otorgan aires de viejo hidalgo. De este modo, el autor de Luces de bohemia, de las Sonatas o de las Comedias bárbaras, confeccionó hábilmente un personaje a modo de máscara o escudo para transitar por la vida, forjándose así una leyenda propia de los protagonistas de sus relatos. Su carácter indómito de enfant terrible, su matrimonio con la actriz Josefina Blanco, sus deseos frustados de ser actor, las penurias que tuvo que padecer a pesar de su fama y categoría literaria o el tan comentado bastonazo que le propinó Manuel Bueno y que le costó la amputación de un brazo, son algunos de los episodios que se recuperan en este montaje con acertada amenidad.

Pero además de entrelazar majestuosa y respetuosamente las vidas de los dos inconmensurables autores, la función repasa sutilmente parte de la historia de España desde la pérdida de las colonias hasta la muerte de Valle a principios del fatídico 1936, ahondando especialmente en el Madrid de las tertulias bohemias en extintos cafés decimonónicos como el Gato Negro o La Montaña. Todo ello arropado por una deliciosa selección musical de cuplés y tonadillas de aquellos tiempos que Casablanc entona con un afinado gracejo, rememorando, por ejemplo, simpáticas canciones como La tarántula compuesta para la zarzuela La tempranicaCon un lleno absoluto, cada tarde se repite este tan necesario como oportuno homenaje íntimo a dos de nuestros más modernos e insólitos creadores, irrepetibles maestros de la lengua castellana que siguen cautivándonos a través de la irresistible belleza de su poesía.

Don Ramón María del Valle Inclán puede verse hasta el 9 de abril en el Teatro Español de Madrid (C/ Príncipe, 25). Más información en: https://www.teatroespanol.es/don-ramon-maria-del-valle-inclan

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