El devastador efecto de la violencia sobre los espíritus nobles

Las guerras de nuestros antepasados triunfa en el teatro Bellas Artes de Madrid



Carlos Arévalo

Es un ensayo sobre la libertad y el sentido de la responsabilidad pero también un crudo retrato sobre lo que fuimos y seguiremos siendo. Las guerras de nuestros antepasados es, ante todo, una magnífica adaptación de Eduardo Galán dirigida por Claudio Tolcachir de la obra maestra de Miguel Delibes protagonizada por los arrolladores talentos de Carmelo Gómez y Miguel Hermoso.

Cada tarde, sobre las tablas del madrileño Bellas Artes, el espectador asiste a un bellísimo a la par que complejo ejercicio escénico altamente recomendado para todos los públicos. Ante dicho montaje en el que se entremezcla lo dramático y lo cómico, lo tierno y lo desgarrador, reflexionamos acerca de conceptos aparentemente tan sencillos pero en el fondo tan enrevesados como la bondad, la locura o la violencia.

A la espera de una condena por asesinato, Pacífico Pérez -encarnado de modo sublime por Carmelo Gómez-, un hombre ingenuo, sumiso y enfermo, permanece ingresado en un sanatorio penitenciario mientras asiste a siete sesiones con el doctor Burgueño -al que interpreta un impecable Miguel Hermoso-, psiquiatra de la prisión a quien le relata su compleja existencia. El cuadro de hipersensibilidad del paciente que, según cuenta, de niño sentía como propios los dolores del árbol recién podado, le ha granjeado numerosos inconvenientes en una sociedad hostil y deshumanizada como el de padecer una existencia claramente marginada.

Su ingenua sinceridad, su pureza, le encamina a narrar con total confianza su pasado al médico, que, ante tal confesión, desea evitarle todo futuro mal. Transitando por la delgada línea que separa lo real de lo inventado, el recluso rememora su relación con su «bisa», su «abue» y su padre. Todos ellos, cegados por las guerras que les tocó vivir, marcaron su infancia haciéndole partícipe de sus obsesiones sin que él quisiera. Sin embargo, también Pacífico acabará matando de un modo inesperado.



Catalogado como una parábola crítica, este texto de Delibes, académico ejemplar galardonado con el premio Cervantes o el Príncipe de Asturias, emplea magistralmente un depurado lenguaje aplicado al ámbito rural, rescatando términos que describen minuciosamente paisajes y sensaciones con la indiscutible riqueza castellana tan habitual en su prosa, además de reflejar el amor del autor por la naturaleza y su preservación o por la vida sana y tranquila de los pueblos.

A pesar de haber transcurrido casi medio siglo desde su publicación, Las guerras de nuestros antepasados cuya primera versión teatral fue protagonizada por José Sacristán y Juan José Otegui en 1989, continúa siendo una vigente denuncia social en la que, con el trasfondo de los siempre inútiles conflictos bélicos, se recuerda el sempiterno enfrentamiento local entre vecinos. Un doloroso pero acertado resumen de nuestra propia historia que nadie debe pasar por alto.

Las guerras de nuestros antepasados se representa de martes a domingo en el Teatro Bellas Artes de Madrid (C/ Marqués de Casa Riera, 2). Horarios de las funciones e información en:

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