La célebre
artista rindió anoche un sentido homenaje a grandes autoras de la música en español y
anunció nuevo disco
Sole Giménez durante un momento de su inolvidable actuación, anoche en Madrid. Foto: La Zarzuela |
Carlos Arévalo
Emotivo y brillante. Así podría definirse el recital que ofreció ayer en el madrileño teatro de La Zarzuela la intérprete y compositora Soledad Giménez (París, 1963). Eternamente agradecida por el calor del público y acompañada por ocho excelentes músicos, presentó en directo su último trabajo Mujeres de música, al que muy pronto seguirá un segundo volumen como aseguró en primicia.
Fiel al «leitmotiv» del disco, dedicó
el concierto a aquellas mujeres autoras de canciones inmortales en nuestro
idioma y no solamente a las que ya no están sino también a algunos referentes
actuales. Arrancó con una dulce versión de La
flor de la canela de la peruana Chabuca
Granda, canción que en España hizo célebre María Dolores Pradera para quien tuvo un cariñoso recuerdo; después
le tocó el turno a Amores de Mari Trini cuyo legado reivindicó como
necesario para las generaciones venideras.
Conserva Sole Giménez esos preciosos colores en la voz que le permiten jugar con ella como quiere y
llegar al corazón del público desde el primer instante en que pisa el escenario.
Una de las autoras modernas a las que quiso homenajear fue a la mexicana Natalia Lafourcade y su Hasta la raíz. Para abrazar distintos
estilos y ritmos también tuvo un hueco para El
corazón al sur, tango de la argentina Eladia
Blázquez.
Dentro del programa previsto la
cantante de ascendencia murciana invitó a dos jóvenes artistas con las que
ofreció sendos duetos que sonaron de maravilla: Con la madrileña Bely Basarte interpretó Muñequita linda de la mexicana María Grever y con la albaceteña Rozalén cantó un tema de ésta, Vivir que compuso para la lucha contra
el cáncer.
El repertorio incluyó, además, la
eterna canción de otra mexicana universal, Consuelo
Velázquez y su Bésame mucho cuyos
excelentes arreglos, dijo, encajarían a la perfección en una película de Almodóvar, un deseo pensado en alto dirigido
al director manchego. Siguiendo su particular periplo musical iberoamericano saltó a
Colombia para abordar con éxito la cumbia El
Pescador de Totó la Momposina.
El sonido jazzístico que ofrece en sus recitales y discos y el swing que lleva impregnado en el alma,
han logrado que Sole Giménez sea una de las voces más originales y reconocibles
del panorama musical español desde hace casi tres décadas. En este tributo a
las compositoras de ayer, hoy y siempre no podían faltar otras joyas como El talismán de la canaria Rosana Arbelo, Dos gardenias de la
cubana Isolina Carrillo o Un ramito de violetas de la tempranamente
desaparecida cantautora Evangelina Sobredo artísticamente conocida como
Cecilia. Fue en esta última versión en la que únicamente acompañada por el
cuarteto habitual brindó al público una improvisación final a modo de jam session sencillamente sublime.
Además de intérprete, Sole
Giménez es una destacada autora que a lo largo de sus álbumes nos ha regalado
canciones inolvidables que no quiso dejar en la maleta. Así, hubo tiempo para
que sonara Me equivoqué que en 2017
grabó con Víctor Manuel. De sus años
dorados al frente de Presuntos
Implicados recuperó tres de sus temas más emblemáticos: Mi pequeño tesoro que le compuso a su
hija, Alma de Blues dedicada a Billie Holiday y la celebérrima Cómo
hemos cambiado.
Como colofón, hizo una excepción
al incluir una composición masculina,
Aquellas pequeñas cosas de Joan Manuel Serrat. Con ella terminó de
conquistar al auditorio que, en pie, la ovacionó durante más de tres minutos
hasta que se despidió visiblemente emocionada. Gracias a estas iniciativas
culturales no se borraran las huellas de esas maravillosas mujeres que han firmado tantas canciones
apasionantes ni Sole Giménez dejará de ser una de ellas.