Texto: Carlos Arévalo// Fotos: A. Galán/ A. Echegoyen
Si Cyrano de Bergerac encontraba la inspiración bajo el influjo de la
luna, a José Luis Gil (Zaragoza,
1957) le pasa algo parecido con la lluvia. El popular actor asegura ser todo un experto en la materia:
«Me vuelve loco la lluvia, la necesito. A veces lo paso muy mal
porque en Madrid llueve poco sin contar estas últimas semanas, claro. Entiendo
que el sol es alegre pero el calor me enferma; la lluvia traslada el mundo a mi
nivel y desde niño, cuando llueve, salgo a la calle. No sé de donde me viene
eso pero me siento infinitamente mejor bajo la lluvia, paseando, escuchando
música... La lluvia me carga la batería».
Algunos quizá sepan que José Luis Gil
ha sido uno de los actores de doblaje más destacados del cine, la televisión y
la publicidad de nuestro país. Además está casado con la también actriz de
doblaje Carolina Montijano, a la
sazón hija de la que fue una de las maestras de dicho oficio, Matilde Conesa. Él ha sido la voz en español de Woody Harrelson, Patrick Swayze, Buzz Lightyear… Pero irremediablemente,
lo que España entera sí sabe, es asociar al actor con el concienzudo presidente
de la comunidad de vecinos Juan Cuesta
de la serie Aquí no hay quien viva,
primero, y Enrique Pastor de La que se avecina, después. Este
poderoso vínculo prácticamente inseparable de su persona, llega a rozar el
sambenito, como le pasó al bueno de Antonio
Ferrandis con el personaje de «Chanquete», que ni después de muerto en
la ficción, lo dejaron vivir. Me consta
que Gil lo lleva bien pero como sé que es la eterna pregunta, se merece que lo
dejemos respirar y hablemos de una de sus pasiones, el teatro.
Carlos Arévalo durante la entrevista a José Luis Gil en el patio de butacas del teatro Reina Victoria de Madrid. |
La entrevista tiene lugar en el patio
de butacas del teatro Reina Victoria, al finalizar el pase gráfico de Cyrano de
Bergerac que protagoniza en Madrid junto a un elenco de otros seis formidables
actores dirigidos por Alberto
Castrillo-Ferrer, en una adaptación bastante fiel del texto que escribió el
francés Edmond Rostand, estrenado en
París en 1897 y cuya vigencia salta a la vista. La magia del arte de Talía
y una acertada caracterización transforman completamente el semblante
quijotesco de José Luis Gil que da vida al locuaz espadachín cuya nariz
superlativa te hace sentir que estás frente al auténtico Cyrano, aquel soldado
ágil con la espada y excelso con la pluma pero terriblemente acomplejado por la fealdad
de su prominente nariz.
José Luis Gil es Cyrano de Bergerac sobre las tablas. |
Sus manos finas y blancas mueven lenta
pero firmemente el aire tibio del escenario y su inconfundible voz, siempre
segura y limpia, desgrana el verso con señorío, dignidad y respeto al personaje
que desde hace tiempo, incluso sin darse cuenta el actor, se apoderó de él. Su
amada Roxana, interpretada por Ana Ruiz, no le corresponde porque está
enamorada de Cristian, Álex Gadea, un joven apuesto que no
está dotado del verbo y el talento de Cyrano. Por eso pactan que éste le escriba
las cartas de amor dirigidas a ella que, sin saberlo, se termina enamorando de
la belleza del espíritu que reflejan aquellos apasionados poemas de Cyrano y no
de la apariencia física de Cristian. Se nota por la tournée previa que los papeles los tienen más que rodados.
Regresas al escenario madrileño con Cyrano de Bergerac, un personaje
universal al que conociste siendo un niño y que, por los caprichos de la vida,
te atrapó y no te suelta. ¿Cuándo estrenasteis este montaje antes de llegar a
la capital?
«Antes de estrenar aquí hemos
hecho ya unas sesenta funciones por provincias desde abril de 2017 porque había
que buscar el momento adecuado y coordinar muchas cosas, además para que yo
pudiera estar en Madrid y no crear demasiados problemas a la productora de la
serie La que se avecina, que seguimos grabando. Hemos hecho más de los bolos
habituales pero de una manera tranquila y en plazas estupendas para llegar a
Madrid con esta obra en un punto fantástico, donde ya no hay dudas y todos
tenemos muy claro lo que tenemos que hacer».
«Sí pero yo de chaval, en las lejanías
del tiempo cuando estudiaba Arte Dramático, hice mucho verso, en la formación
nuestra se tenía muy en cuenta, era una época en la que se representaba más a
los clásicos. La verdad es que el verso siempre me gustó, hay gente a la que le
provoca un cierto, no digo miedo pero sí respeto que yo entiendo aunque en eso
quizá soy más osado».
¿Cómo ha
sido el proceso de preparación del personaje, has revisado documentación histórica, grabaciones existentes...?
«Ese sería el proceso, sí. Lo que pasa es
que digamos que yo eso ya lo tengo hecho desde hace tiempo porque aunque hace
un año y medio no pensara que ahora estaríamos haciendo Cyrano -no por nada
sino por evitarme frustraciones-, siempre ha sido un personaje muy admirado por
mí y lo considero una joya de la dramaturgia universal; por tanto he visto todo
lo que ha caído en mis manos sobre él, desde la versión de José Ferrer a otras que se han hecho, por supuesto la de Depardieu y alguna anterior, en
televisión, teatro…y como es lógico algunas me han gustado más que otras pero
como es un personaje tan potente incluso cuando no te gusta demasiado una
versión, sales contento.
La casualidad es la que nos ha llevado a
representar esta obra y, además, llega uno a una edad en la que quieres hacer
cosas que realmente te apetezcan y te ilusionen como ésta».
Gil es uno de los actores más populares del país. |
(¡Risas!) «Me hace gracia y me gusta eso
que dices porque realmente no deja de ser un gran elogio pero he de decir que
en teatro se han hecho versiones muy interesantes y no muy lejanas en el tiempo
e incluso actualmente se está representando otra de Lluis Homar en catalán en Barcelona…
Yo, que empecé muy joven a ganarme la
vida en esta profesión y afortunadamente no me puedo quejar porque en una u
otra faceta siempre he trabajado mucho, soy de la mentalidad del «pico y pala»,
es decir, tienes que ganarte hoy el trabajo de mañana. Si en esta función estás bien y funciona
bien, seguramente te darán otra pero si va mal, las posibilidades se reducen.
Esto, aplicado al mundo del doblaje en el que trabajé muchos años, te dejabas
la piel para ganarte la convocatoria del día siguiente y así, hasta conseguir
un respeto dentro de la profesión para que contaran contigo sin tener que
demostrar todos los días que eres un genio que, por otra parte, tampoco hace
falta serlo.
En lo profesional siempre tengo esto en cuenta, de manera que
desde el día que estrenamos en Madrid, tenemos que convencer al público que
viene a vernos de que ha merecido la pena y que nos tiene que traer más gente.
Y eso hay que ganárselo todos los días porque si bajas la guardia, la gente lo
nota.
A veces te encuentras con funciones que
parecen más frías, con silencios, con momentos donde no da la impresión de que
haya entrega pero la realidad es que el público está ahí y cuando termina la
representación y recibes un aplauso atronador con la gente en pie, piensas: ¿Lo
ves? ¡Estaban ahí!».
Llevas
desde niño en el mundo de la interpretación, ¿a qué actor español te quisiste
parecer siempre? ¿Cuál era ese que veías en los escenarios o en los programas
dramáticos de televisión y decías...quiero hacerlo como él?
Julio Núñez haciendo de Cyrano en TVE en 1968. |
«Bueno, había varios; estamos hablando de
que yo era muy pequeño cuando se emitían aquellos Estudio 1 y no tenías ni
siquiera poder adquisitivo para ir al teatro o para que tus padres te llevaran
como era mi caso, y como sólo había una cadena o cadena y media, si querías ver
la televisión no tenías más remedio que ver esos programas en los que se hacían
obras clásicas.
Estaban José Bódalo, Manuel Dicenta,
José María Rodero, José María Prada, Julio Núñez… por cierto, Julio Núñez que hacía los grandes papeles
como el de Segismundo en La vida es sueño, hizo un Cyrano de
Bergerac en televisión que para mí fue inolvidable y luego, andando los años,
como él también hacía doblaje, tuve la suerte de dirigirlo, de compartir muchas
horas de atril con él, y de apreciarnos mucho. Mientras le dirigí en el doblaje
de Los Roper por ejemplo, pude
decirle personalmente todo aquello que yo sentía viéndole de niño».
Cuando José Luis Gil encuentra un
pequeño rato de asueto en su agotadora agenda repleta de citas de trabajo
(grabaciones, funciones de teatro, sesiones de doblaje, entrevistas como
ésta…), dedica su momento de relax a no hacer absolutamente nada. En todo caso escucha
música, sobre todo rock duro o heavy metal porque es un hombre fiel a las
melodías con las que ha crecido desde niño aunque también puede escuchar otros
estilos; sus amplios gustos abarcan desde el jazz o el blues hasta la música clásica. Me dice que en su
teléfono móvil almacena infinidad de álbumes que le acompañan en las horas,
minutos quizá, de ocio.
La conversación a pesar de lo breve, ha sido sumamente agradable pues mi interlocutor es un hombre educado, afable y elocuente. Al salir del teatro, es
necesario abrir el paraguas para protegerse de la lluvia que arrecia con
virulencia sobre la Carrera de San Jerónimo. Un servidor, que todavía no es
experto en lluvias pero si aprendiz de ellas recuerda las palabras de José Luis
Gil. Sin duda, el chaparrón nos ha inundado de energía positiva.
Dónde y cuándo:
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Teatro